La mujer, una esperanza polí­tica para nuestra nación


¿Por qué los cargos de ministros y viceministros tienen, casi siempre, que ser asignados a colaboradores o allegados al partido que hace gobierno y no a personas, las idóneas, las más aptas para desempeñar esos cargos? Me parece una necedad, una falta de civismo y de responsabilidad polí­tica dejar los ministerios en manos de gente no calificada o, en todo caso, de gente cuyo único mérito ha sido financiar la campaña o haber hecho algún servicio especial, siempre interesado, en apoyo al candidato ganador.

Milton Alfredo Torres Valenzuela

Nuestra realidad polí­tica siempre deja por un lado los intereses reales e inmediatos del paí­s a favor de los intereses del partido gobernante y de sus pseudolí­deres. ¿A cuenta de qué tenemos que soportar a ministros y viceministros que más de una vez han demostrado su incapacidad y que, por el contrario, han coadyuvado al caos y al desprestigio de nuestra nación? En la asignación de los cargos públicos está una de las claves para hacer un buen gobierno. El liderazgo debe ganarse a fuerza de ejemplo moral y alto sentido de servicio y no a manera de inversionista con vista a recuperar con creces su capital. Y si el daño que se hace es de dimensiones como las que estamos viendo, más que renunciar, el servidor público está llamado a pedir perdón y a reparar los daños, porque lo que ha hecho vale tanto como traicionar a la patria en tiempos de guerra.

Quien roba al erario, quien deja los puestos públicos en peores condiciones de como los encontró, no tiene ninguna solvencia, ni moral ni cí­vica, ni polí­tica, porque ha defraudado a quienes les han confiado la salvaguarda de lo más preciado y elemental en la fundación y estructuración de un Estado, el derecho a la seguridad, al mí­nimo de decoro y bienestar para poder vivir en paz, en orden y con futuro.

Si buscamos solvencia moral, cí­vica y polí­tica, debemos, obligadamente, que volver a ver a la sociedad civil y, dentro de la sociedad civil, al sector femenino. Creo y comparto con algunos colegas de otros medios, que la mujer, y sobre todo aquellas mujeres que han demostrado con su austeridad, con su mesura, con su capacidad de diálogo y, sobre todo, con su conducta intachable, polí­ticamente incorrecta pero llena de contenido humano y por humano, ciertamente polí­tico y cí­vico, creo, digo que es hora de ceder a la mujer guatemalteca, los puestos públicos más importantes y significativos. Creo que es una verdadera esperanza porque dentro de su género no encontramos todaví­a la podredumbre que entre los «hombres» pseudoslí­deres de nuestro contexto polí­tico han empezado a apestar como un cáncer terminal que señala y predice un cercano y esperanzador cambio sustancial para nuestra bella Guatemala del Quetzal.

Ya en otras naciones del mundo la mujer está marcando el ritmo de la polí­tica, ¿por qué, aquí­ no?

Si nos damos cuenta, ya hay muchas mujeres preparadas para optar a cargos públicos, están ahí­, en las universidades y en la sociedad civil, con un gran potencial humano y administrativo acumulado y potenciado por la lucha ideológica y polí­tica de hace ya varias décadas.

Ni militares, ni empresarios, ni caciques, caudillos, ni politiqueros vividores. Es hora de exigir honestidad y respeto a nuestra patria.