Nos detuvimos en el tiempo


Hay quienes piensan que vamos como el cangrejo en cuanto a buscar nuestro progreso y desarrollo. Soy un poco menos pesimista al decir que nos detuvimos en el tiempo, cuando veo por la televisión por cable que los españoles han decidido mejorar sus sistemas para el cobro de multas a los conductores de vehí­culos que cometen infracciones de tránsito, queriéndole seguir los pasos a los franceses, quienes utilizan un novedoso sistema de filmar toda aquella falta que a través de un sistema integrado, queda registrada y sirve de prueba fehaciente de la violación a la ley hecha por el conductor.

Francisco Cáceres Barrios

Causa desaliento y enojo entonces que a estas alturas no contemos con todo el sistema sincronizado de semáforos, ni siquiera con un señor que armado de escalera y destornillador en mano ande a toda hora, todos los dí­as, por todas partes componiendo nuestros vetustos armatostes. De ahí­ parten los atascos, los embudos, la intervención antojadiza de los agentes que en vez de mejorar el flujo constante vehicular, lo entrampa, lo atasca, lo retuerce y encima de ello lo enrolla como trompo.

Pero volviendo al tiempo y al desarrollo, digo que no hay modo que progresemos porque nuestras inútiles autoridades no han podido comprender que el comerciante del llamado Centro Histórico se fue a otros lares porque entre el pago del alquiler, la energí­a eléctrica, los sueldos de los empleados y la fregadera de las ventas callejeras le impedí­an alcanzar al menos el punto de equilibrio. Pero lo peor de todo es que cuando meneó el changarro para la zona trece, al poco tiempo le llegó la oleada del transporte interurbano que le siguió haciendo la vida imposible en todo sentido y si este comerciante, tendero, sastre o vendedor de chicharrones no puede desarrollar su actividad, cualquiera que esta sea, ¿quién o quiénes salimos amolados? La respuesta es corta y concisa: ¡todos! Puesto que dependemos unos de los otros, hasta el mismo Estado no puede subsistir si sus contribuyentes, en vez de ir como barriletes, se arrastran como el más peludo y negro gusano que tanto odiaba mi abuelita.

Mejorar las distintas áreas que integran la ciudad capital entonces, es y debiera ser la prioridad número uno del Estado, fuera a través de un distrito metropolitano o de los diversos municipios que ya lo integran aunque en papeles nunca se hayan consolidado por indolencia, envidias, celos baladí­es o simplemente por arrogantes actitudes. Lo peor de todo es que más atraso vemos venir a pasos agigantados, cuando utilizando el principio del avestruz se esconde la cabeza ante la realidad, se miente hasta el descaro en el afán de ocultar que mantener o componer la infraestructura no ha sido su responsabilidad y causa de las desgracias ya ocurridas y peores aún por venir.