Muchos, muchos están dale que dale al transmetro


Con mucha razón se ha dicho que nuestro paí­s se ha tornado ingobernable casi por completo, sin mayores esperanzas de volverlo gobernable a plenitud. Sólo los sayones que han implementado la dictadura han podido gobernar a su manera silenciando y oprimiendo al pueblo…

Marco Tulio Trejo Paiz

Algunos (pocos, no muchos) han estado refunfuñando y pataleando, como niños berrinchosos, porque ha habido premuras y apiñamientos, con gran desorden, al tratar de abordar las unidades del transmetro municipal en la calzada Aguilar Batres.

Todo lo que se va poniendo en marcha no deja de suscitar descontento de unos, pero a la vez aceptación de otros. Misoneí­smo y a la inversa, ¿no?

Los usuarios del novedoso medio de transporte con el que ha querido solucionar las deficiencias de locomoción colectiva el alcalde municipal de Guatemala, don ílvaro Arzú, son, casi por lo general, de los más modestos estratos sociales, tales como obreros, dependientes de establecimientos comerciales, amas de casa, pequeños comerciantes en las lí­neas de los cereales, verduras y frutas de las provincias, incluso periodistas de «taconazos», como suele llamarse a quienes no se movilizan sobre ruedas, sino a golpe de calcetí­n…

El tránsito que observamos por todos lados en nuestra principal metrópoli constituye un verdadero mare mágnum que cada dí­a tiende a complicarse.

La importación de vehí­culos (automóviles, autobuses, trailers, camiones, tractores y demás «trastes rodantes» destinados a la construcción; motos, bicicletas, etcétera) es constante y, por lo visto, va en progresivo aumento. Suma, lo que nos llega, centenares de miles cada año. Es una inundación vehicular que nos da la idea de un «tsunami» en asfalto. De repente habrá más «patas de hule» que habitantes en los diferentes rincones de nuestra alegre parcela centroamericana, dice jocosamente el «qualunque». Hay quienes opinan que el Gobierno debe disponer que se suspenda durante uno, dos o más años el torrente de vehí­culos que ya está provocando todo un desbordamiento, pero eso, al igual que las drogas y los «guaros», es difí­cil de frenar o siquiera atenuar, ya que existe un dorado e inabatible muro de intereses

Lo del transmetro puede ser solucionado en el correr de no muchos dí­as, pero no con violencia, protestas callejeras y «camineras», ni con leguleyescos recursos de amparo de abogados que van a la zaga de la vida moderna defendiendo lo indefendible con tal de cobrar precios de explotación inicua, sino con la comprensión de la masa de usuarios y, muy especialmente, en vista de los buenos resultados del sistema de locomoción que poco a poco se están logrando.

Siempre habrá descontento de los muchos, muchos que por todo, hasta por deporte, por sus crudas, se están dando a la tarea de protestar ante o contra las autoridades constituidas, en vez de reconocer lo positivo que se ofrece a tirios y troyanos. Esa gente es proclive a dejarse arrastrar por las corrientes de anarquí­a social con las que pretenderán causar situaciones ruinosas, antipatrióticas, a esta pobre Guatemala de la Asunción y de las desmedidas ambiciones de mando y lucro de quienes participan en la politiquerí­a de todo tinte que campea en nuestro alborotado solar y en el ámbito internacional con marcada tendencia demagógica «izquierdizante» en desdoro de la verdadera DEMOCRACIA.