Figuras de refresco en el ambiente


Los guatemaltecos, cansados como estamos de tanto engaño en materia polí­tica, nos hemos vuelto tan incrédulos que caemos en contradicciones. Siempre estamos clamando por nuevas figuras, por gente honesta involucrada en la actividad polí­tica para ayudar a cambiar al paí­s, pero cuando alguien con tales caracterí­sticas decide lanzarse al ruedo, de inmediato se vienen andanadas en su contra, hablando de que «tan bueno y honrado que era» y que es una lástima que se haya metido a polí­tica. Le está pasando ahora al doctor Rafael Espada, recién nominado candidato a la Vicepresidencia por ílvaro Colom, de quien se reconocen los altos méritos profesionales como cardiólogo, pero sobre quien ya proliferan mensajes en Internet cuestionando su decisión de mojarse los calzoncillos en las aguas turbulentas de nuestra polí­tica.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Nunca vamos a encontrar un movimiento quí­micamente puro en el que militen con exclusividad niñitos vestidos de primera comunión; la polí­tica es como cualquier actividad humana, en ella como en la viña del Señor, uno encuentra de todo. Por supuesto que la experiencia demuestra que cada vez es menor la cantidad de gente honrada que se atreve a hacer polí­tica, a lo mejor cabalmente porque de entrada, sin siquiera recibir el beneficio de la duda, el que se mete a polí­tica empieza a recibir leño. No es generalmente concebible que alguien quiera hacer algo por su paí­s, que alguien se interese de verdad por el bien común y que está dispuesto a arriesgar no sólo su integridad, sino su buen nombre.

El otro tema es el de la experiencia y en eso tenemos que decir que no siempre por apaleado un chucho se vuelve recomendable. Las figuras nuevas pueden carecer de experiencia, pero si tienen honestidad, que no se adquiere fácilmente, ya tendrá tiempo de ir ganando experiencia sin hacer daños irreparables al paí­s y a la sociedad.

Si queremos que el paí­s vaya adquiriendo nuevas figuras y pretendemos de alguna forma depurar la acción polí­tica, es indispensable que aprendamos a tener mí­nimos de tolerancia y que otorguemos el beneficio de la duda a la gente que se involucra en polí­tica por vez primera. Esa tendencia a descalificar toda participación porque seguimos convencidos que la polí­tica es intrí­nsecamente sucia, nos vuelve incrédulos y, peor aún, nos condena a seguir teniendo a lo peor en una actividad de tanta repercusión colectiva. Porque en la medida en que le volamos leño a los que se meten a polí­tica, hacemos que la mejor gente lo piense y repiense antes de tomar decisiones que pueden costarle no sólo riesgos personales sino además un desprestigio gratuito, un demérito porque sí­, porque nos da la gana bajarle el cuero al que tiene la osadí­a de meterse a hacer polí­tica.

Posiblemente sea cierto que el doctor Espada, por ejemplo, no tenga experiencia polí­tica ni administrativa y que su vida en el extranjero le haya desvinculado del paí­s. Pero todo eso se subsana y si es honesto y patriota, tendrá tiempo de adquirir experiencia y vincularse a la sociedad. Lo que cuenta más que nada son los valores, la decencia que pueda tener y al respecto nadie critica ni cuestiona su pasado. Entonces no vale la pena cuestionar su futuro sin más razón que la alergia que a muchos provoca la polí­tica. Y si meterse con un candidato como Colom puede considerarse estigma, qué mejor que tener a un compañero con fama de honrado que ojalá se preocupe por acrisolar esa fama en esta nueva etapa de su vida.