En el punto más agudo y grave de la crisis


En unos casos, las crisis se agravan, agudizan y ahondan como resultado de la acumulación de factores de la más diversa naturaleza y carácter y que configuran la situación en un momento concreto. En otros, las crisis se desencadenan y estallan intempestivamente: son consecuencia y resultado de la agudización, agravamiento y profundización de las contradicciones al interior de los sectores del poder económico dominante y el choque de intereses por el control del poder polí­tico y las fuerzas en el gobierno. í‰stas son las crisis «en las alturas».

Ricardo Rosales Román

A diferencia de las anteriores, las crisis que configuran una situación potencialmente revolucionaria se dan entre los sectores del poder económico y el poder gobernante y las fuerzas sociales, populares, revolucionarias y progresistas.

El desenlace favorable o desfavorable, en uno u otro caso, depende del momento, el estado y situación de cada uno de los sectores en pugna y su habilidad y condiciones para resolverlas pero, en lo fundamental, de que quienes detentan el poder económico dominante y usurpan el poder polí­tico ya no estén en capacidad y posibilidades de seguir controlando la situación y gobernando como lo vení­an haciendo y que las fuerzas sociales, populares, revolucionarias y progresistas estén resueltas a no permitir que las cosas sigan como están y decididas a luchar para transformarlas

De lo delicado y extremadamente grave de la situación en estos momentos, lo que más destaca es: primero, la crisis financiera y bancaria que llevó al cierre e intervención de dos bancos del sistema, y la escasez de billetes a fin de año que aún no está resuelta; segundo, la toma por las fuerzas de seguridad del gobierno del reclusorio de Pavón -uno de los centros de detención de mayor seguridad en el paí­s-, sin que hasta ahora se sepa la verdad de lo que en realidad aconteció. En el ambiente persiste la duda de si se trató o no de la ejecución extrajudicial de siete reos que se dijo tení­an el control de los internados en el Centro, el trasiego de drogas y licores, negocios con los que se enriquecieron a manos llenas, y dirigir y ordenar acciones criminales a ejecutarse fuera del Penal a cargo de sicarios o secuestradores a su servicio.

Tercero, un hecho aún más grave y de repercusiones y consecuencias aún mayores, tuvo lugar a comienzos de la semana pasada. El lunes por la tarde y el martes en la mañana, la opinión pública nacional e internacional fue sorprendida y conmocionada por la noticia del asesinato de tres diputados salvadoreños al Parlamento Centroamericano, Parlacen, y de su piloto. Los hechos están circunstanciados y descritos en los medios de prensa escrita, televisiva y radial. Sin caer en amarillismo noticioso, se trata de una escena del crimen dantesca. La forma como dejaron los cadáveres es de lo más siniestra. El vehí­culo en que se conducí­an las ví­ctimas fue calcinado y calcinados quedaron los cuatro cuerpos. Pero lo inverosí­mil no para aquí­.

El miércoles de la semana pasada se informó de la captura de cuatro miembros de la Policí­a Nacional Civil, PNC, de Guatemala, sindicados de ser los supuestos autores materiales del asesinato de los parlamentarios salvadoreños y el chofer. Lo previsible y sospechoso -por la forma como sucedió-, ocurrió el domingo. Ese dí­a los cuatro miembros de la PNC que se encontraban recluidos en El Boquerón, Cuilapa, Santa Rosa, fueron ejecutados en su propia celda por un comando de desconocidos.

En tales condiciones, cabe presupuestar lo difí­cil que resultará disponer de las pruebas suficientes y necesarias que lleven a esclarecer los hechos, establecer los móviles de la masacre de Villa Canales, quiénes la ordenaron, por qué y para qué, y el proceder de los autores materiales. Son muchas y diversas las conjeturas que se han hecho alrededor de lo que hay detrás de todo esto y sus consecuencias.

En conclusión, lo acontecido en el paí­s en los últimos seis meses del año pasado y lo que va del presente, está marcado por hechos de extrema gravedad que deterioran aún más la situación. La institucionalidad está en el punto más agudo y grave de su acumulada crisis, y no parece haber el más mí­nimo resquicio de voluntad y decisión para reencauzar el rumbo equivocado por el que se va. Para decirlo gráficamente, equivale como haber entrado al último trecho del túnel de la ingobernabilidad.

No serí­a extraño, entonces, que otro tipo de acontecimientos pudieran precipitarse, tomarnos por sorpresa, y anticipar el principio del fin de una gestión gubernamental fracasada. Sin embargo, todaví­a no están dadas las condiciones para que por la ví­a institucional se emprendan los cambios radicales (en el verdadero y real sentido del término) que el paí­s necesita, y que son posibles a través de una Revolución Social, Popular y Progresista. Lo que gravita en contra es la falta de un liderazgo unificado y la fuerza popular, social y progresista que la protagonice unificadamente.

En todo caso, lo alentador y promisorio es que se está en los albores de la conformación de la alternativa al caduco, agotado, perverso y corrupto sistema imperante: la refundación de la República, el Estado y el paí­s, y la institucionalización de la Nación multiétnica, pluricultural y multilingí¼e.