Qué pena que quienes fueron los responsables de reciclar la antigua Policía Nacional, hayan desoído los consejos de quienes nos atrevimos a proponer que era mejor hacer «borrón y cuenta nueva» que montar una carrocería nueva sobre un chasis viejo. Es que la experiencia es la madre de la sabiduría, porque salvo contadas excepciones, es más fácil planificar una nueva entidad y organizarla desde un principio para ponerla a funcionar. Claro, los inexpertos pronto salen con el cuento que no, que se ahorra mucho tiempo y dinero, pero olvidan que las mañas no se las quita nadie a un chapín.
De esa cuenta es que la desaparición y brutal asesinato de tres diputados al Parlacen y un piloto salvadoreños no es más que polvo de aquellos lodos, porque se nombró a un Ministro de Gobernación y al Director General de la Policía Nacional que me parecen excelentes personas, pero sin la suficiente preparación y experiencia para desempeñar tales cargos, hasta pretender depurar a la policía con las consecuencias que venimos padeciendo desde el 2004.
Claro, así como se homenajeó a la ex ministra de Finanzas por el buen desempeño de su cargo, aunque haya dejado en trozos un presupuesto de ingresos y gastos que no solo no aprobó el Congreso, sino que a estas alturas el sustituto no ha podido lograr una mentada «readecuación», que no es otra cosa sino pretender violar un precepto constitucional aumentando el monto total del presupuesto del 2006 y de haber defendido a capa y espada al Superintendente de Bancos que dejó a tanta gente en la calle por no haber cumplido con sus responsabilidades, nada extraño sería entonces que a los funcionaros encargados de velar por la seguridad ciudadana se les conceda la medalla presidencial por prevenir eficazmente los hechos delictivos.
De ahí que esté preguntando ¿quién confía en un agente de la policía a estas alturas? Eso mismo se lo he planteado a respetables damas, quienes me han respondido que solo verlos les provoca escalofríos; a un anciano venerable; a un joven estudiante universitario; a una linda secretaria y hasta a un piloto de un microbús contratado para conducir a policías privados a su sitio de trabajo, quienes taxativamente responden ¡ni locos que estuviéramos!
No me las llevo de aprendiz de detective, ni veo muchas series policíacas de televisión, pero al saber los pormenores del suceso me causó mala impresión saber que agentes policíacos habían custodiado el vehículo que conducía a los diputados al Parlacen, como que era práctica común hacerlo cuando venían al país. ¿Entonces quiénes mejor que nadie conocían los pasos y procedimientos de estos representantes? Como dice aquel refrán «piensa mal y acertarás».