Cuando alguien refiriéndose a un desafortunado suceso dice: «eso es castigo de Dios», algunos responden: «Dios no castiga». Sin embargo, ocurren ocasionalmente desastres naturales como un devastador huracán o un terremoto cuyas causas son un misterio y que el hombre es incapaz de evitar. Tendrá entonces que reconocer que hay otras causas que, el no creyente, atribuye a las fuerzas de la naturaleza, pero se abstiene de preguntarse quién es quien comanda esas fuerzas.
¿Cuánta gente buena, cuántos niños murieron en Guatemala para el terremoto del 76? ¿Por qué?
Eso, en cuanto a desastres naturales, en los que al hombre no puede responsabilizarse, pero, hay otros en los que el hombre es el ejecutor de tragedias que causan daños físicos y espirituales que escandalizan al mundo.
Ese es el caso del asesinato de los diputados salvadoreños que se clausuró con el incendio de la lujosa camioneta en que viajaban. Luego las elucubraciones sobre dinero cash que transportaban en dobles fondos y que hizo sospechar de tráfico de drogas.
Y ahora el asesinato de los cuatro policías acusados del crimen de los diputados, y que el gobierno atribuyó a un comando que irrumpió en la cárcel en donde los ajustició.
Tráficos internacionales, dinero transportado en dobles fondos, comandos que ingresan sin pedir permiso y acallan a aquellos que podrían haber dado impactantes declaraciones. Un comando que, luego de misión cumplida, se retira tranquilamente sin que la autoridad (?) se atreva a hacerles una sola pregunta.
La corrupción gubernamental y el tráfico internacional de fuerzas poderosas que hacen lo que se les da la gana, han situado a Guatemala en los titulares del mundo. Un hecho que pintó de cuerpo entero no sólo al gobierno sino al pueblo todo de Guatemala, pueblo al que conmocionó y le conmovió como nunca antes. Es que el mismo pueblo siente cierta bien merecida culpabilidad por haberlos elegido. Por ello, hoy más que nunca logra sentir aquello: «cada pueblo tiene el gobierno que se merece» y se avergí¼enza.
¡Cómo será el grado de turbación que ha invadido a todos los guatemaltecos que, aun el general del ejército, perseguido por la justicia española, tuvo la desfachatez de salir en la tele diciendo que a él también le daba vergí¼enza! Ahora sólo falta que el Presidente del país que más droga consume en el mundo decida cancelar su viaje a Guatemala.
Presidente d. í“scar, el narcotráfico es el causante de estas vergonzosas tragedias en nuestra Guatemala, y el narcotráfico no será vencido con la fuerza bruta. Compréndalo.
Ahora que talvez viene Mr. Bush, hágale ver del deseo que usted tiene de dejar libre la producción, consumo y tráfico de drogas, porque ahora usted está convencido que es la única forma de acabar con ese negociazo de los narcos. Es que, para ellos, el que la droga sea prohibida solamente sirve para incrementar el precio y, por lo tanto, para ellos, las ganancias se van para arriba.
Si no se atreve a hacerlo, d. í“scar aténgase a un regaño de Dios que, de repente, no le dejará dormir en paz. Piense en ello, y repiénselo, d. í“scar y pídale al Señor tener el valor y una buena verba para decírselo a Mr. Bush con el aplomo que confiere una conciencia auténticamente limpia y la seguridad de estar diciendo la verdad.
Al fin y al cabo, d. í“scar, ¿con quién tiene usted más compromiso, con Guatemala o con Mr. Bush?