Siempre he hecho la misma pregunta para primero saber qué características buscamos en un candidato, antes de perder el tiempo en discusiones baladíes sobre quién podría ser la persona más adecuada para dirigir cualquier actividad, aun teniendo enfrente a una docena de prospectos. De ahí que empiece preguntando ¿se puede preferir a alguien por su color, raza, religión, sexo, condición económica? Mi respuesta es que no, pues para el país da lo mismo si es indígena o de origen oriental; si es católico o protestante; hombre o mujer, pero en cuanto a sus recursos le digo francamente que prefiero a quien no anda a tres menos cuartillo, porque por experiencia sabemos que lo más seguro es que pronto quiera salir de pobre.
Otra pregunta importante: ¿cuál es la tendencia política preferida, tomando en cuenta la situación actual el país y su panorámica ante el mundo? Resulta lógico pretender que no esté en ningún extremo, que pueda tomar de cada teoría lo mejor que tenga. Que no sea apasionado, mucho menos con empecinamientos de cualquier naturaleza. ¿Alguien duda que nuestro país lo que requiere es madurez, prudencia, mesura y sobre todo buen raciocinio? Por ello es que no debiéramos buscar a un hiper laudem sino a alguien que con la más elemental lógica pueda discernir para darle al país lo que más le conviene, como que su sobrada experiencia le sirva para hacerse rodear de gente que con sólidos valores y principios pueda coadyuvar al mejor desempeño de sus funciones. Gobierno en Guatemala debiera significar trabajo en equipo para lograr metas u objetivos comunes y no que cada quien tome el lado que más le convenga, como que quien no alcance las metas preestablecidas, que mejor se dedique a otra cosa.
¿Y qué piensa de la ética, honradez, honorabilidad del candidato? Al grano: el que no tenga de la buena o no haya demostrado serlo a lo largo de su vida, que por favor siga de largo y mejor si al extranjero. ¿Cómo evalúa la necesidad de que el candidato cuente con carisma, personalidad, facilidad de palabra y expresión? Respuesta fácil: ¡valiosísima!, porque de lo contrario le costará más ser buen líder manteniendo la mejor comunicación posible entre sus colaboradores y su pueblo.
Para terminar he querido dejar lo más importante desde mi punto de vista: ¡sólida y larga experiencia! En nuestra política no deberían tener cabida los advenedizos. No pueden aspirar siquiera los oportunistas, sin planes serios y formales, sin objetivos claros y concisos, pues sin firmar compromisos sujetos a toda prueba el país va a seguir a la deriva. Estimado lector, si usted está de acuerdo conmigo, seguramente se unirá entonces a esta pregunta: ¿qué están haciendo tantos aspirantes que no pasan siquiera la primera prueba?