En política, las motivaciones para justificar la división son de distinto tipo y quienes promueven el fraccionalismo, no siempre dicen la verdad ni revelan sus verdaderos propósitos ni intenciones. De lo que se trata es de dividir a la organización a que pertenecieron. Quienes así actúan, «fundamentan» su proceder como más les conviene. Lo más frecuente es que se presenten como «los buenos de la película» y a quienes antes fueron «sus compañeros» los responsabilicen de todo lo malo que, en «su opinión», pudo haber acontecido en donde militaban. Jamás asumen la cuota de responsabilidad que pudieron tener. Según los fraccionalistas, son ellos los que «tienen la razón». Los otros, no.
Desde la fundación del destacamento organizado de la clase obrera guatemalteca en septiembre de 1949, no se produjo nunca una escisión fundamentada en posiciones de derecha. Las motivaciones que tuvo el compañero Víctor Manuel Gutiérrez para organizar el Partido Revolucionario Obrero Guatemalteco, PROG, no pueden caracterizarse como de derecha sino como resultado de la posición obrerista que sostenía en aquél momento y que supo superar a tiempo. Se facilitó así su reincorporación al partido a la vez que hizo posible la reunificación de los comunistas guatemaltecos en una sola organización marxista leninista, de nuevo tipo.
Los desprendimientos orgánicos motivados por discrepancias que resultan imposibles de superar internamente y que pueden ser de orden organizativo, ideológico y político, por inconformidades con la línea política adoptada o porque la práctica de la organización cuestionada no está en consonancia con las exigencias que la lucha revolucionaria plantea, resultan teniendo éxito, se afianzan, desarrollan y consolidan -alrededor del proyecto que se plantean y la línea y estrategia a seguir- siempre y cuando lleguen a concretar lo que los llevó a la decisión de abandonar la organización en que militaban.
En el curso de la guerra y la lucha en la clandestinidad, éste fue el caso de las Fuerzas Armadas Rebeldes, FAR, y del Ejército Guerrillero de los Pobres, EGP, en ambos casos, desprendimientos orgánicos de un tronco común: el PGT. En cierta forma es también el caso de la Organización del Pueblo en Armas, ORPA, salvo porque de donde proviene tiene un origen distinto. Las FAR, el EGP y la ORPA, exitosamente lograron alcanzar lo que se proponían.
Todo lo contrario sucedió con el Núcleo de Dirección Nacional que -después de su salida del partido y tras haber sido una de las cuatro organizaciones que constituyeron la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG,- no logró concretar su proyecto y dejó de formar parte del reagrupamiento político militar revolucionario en armas más importante que se haya dado en los últimos 25 años.
Una cuestión muy diferente es el fraccionalismo izquierdizante que se dio en el partido en enero de 1984. A esas alturas, avanzaban positivamente los acercamientos de la dirección al más alto nivel con los dirigentes de URNG. Conforme el proceso se fue profundizando, resultó fácil advertir el alineamiento de las posiciones con relación a la unidad y que terminaron siendo diametralmente opuestas.
Por un lado estábamos quienes coincidimos a favor de ella y, por el otro, los que la adversaron abiertamente o en forma subrepticia. En una reunión del CC, quien más adelante habría de encabezar el fraccionalismo en enero de 1984, expresó que si de la unidad se trataba, para el partido sólo podía ser aceptable si se participaba en ella como «cabeza de león» y no como «cola de ratón». Semejante planteamiento era muy propio de quienes no disimulaban sus pretensiones hegemonistas.
Esta escisión se empezó a fraguar a raíz de la entrevista que a mediados de 1981 le concedí a Marta Harnecker y que circuló clandestinamente ese mismo año en el país. En 1983 se incluyó en la primera parte del libro Pueblos en Armas, publicado en mayo por la Universidad Autónoma de Guerrero, México. A partir de este momento, se desencadenó.
El propósito real y verdadero de los fraccionalistas del 6 de Enero no fue otro que intentar sabotear la incorporación del partido a URNG lo cual no consiguieron. Tampoco consiguieron concretar su proyecto de «guerra popular revolucionaria» que ratificaron durante el I Congreso de noviembre de 1984 y al que renunciaron en el Congreso Extraordinario de 1989 optando por su reinserción «a la vida política legal». Su disolución fue dada a conocer públicamente a finales de 1991.
Este es el proceder de quienes habiendo sostenido posiciones de derecha con lenguaje de «izquierda», al plantear la escisión se «radicalizan» aún más para, al final de cuentas, terminar adoptando decisiones típicamente de derecha.
Entre tanto y luego de tesoneros esfuerzos por reunificar a los comunistas guatemaltecos en un solo partido que, aunque no se logró alcanzar, no fue un obstáculo para la incorporación del PGT a URNG que se concretó en 1989, confirmándose con ello nuestra consecuencia en el cumplimiento de la decisión -dada a conocer el primero de mayo de 1981- de contribuir, como parte del movimiento revolucionario en armas, a ampliar, desarrollar y profundizar la guerra, y -llegado el momento- de concertar la paz por medios políticos.