Difícil es predecir cuándo la ciudad capital tenga esa calidad. Las autoridades competentes pregonan hacerlo y la población desea alcanzar dicha meta. Otras generaciones también soñaron entre la problemática actual rebasar algún día tanto tropiezo inscrito en el panorama.
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El diagnóstico situacional refleja carencias al por mayor, muy por debajo de la realidad circundante, de cara a satisfacer esas expectativas. La deseable calidad resulta complicada, y por lo tanto los habitantes hoy en día tienen menos esperanzas de vivir como auténticos humanos.
Techo, comida y trabajo, al subsanarse podrá significar una existencia digna y decorosa, rumbo al bien común tan distante. Deberá descartarse la discriminación dañina y en cambio promover interrelaciones sociales, casi borradas del mapa citadino que ha perdido sus valores.
Una ciudad más humana implica el respeto mutuo, voluntad de servicio a identificación con los demás, aparte de la amistad sincera. Sólo así devendrá el cambio ansiado, garante de una convivencia pacífica. Esos ejes temáticos generarán en el aspecto positivo una sumatoria eficiente.
Ante la persistencia delincuencial, crimen organizado y demás rémoras, se señala imposible que nuestra ciudad sea más humana en medio de tanto barullo. Los antisociales, asaltantes, secuestradores y extorsionistas dificultan en demasía aquella finalidad y ponen cuesta arriba dicha calidad.
Cuando los servicios públicos ofrezcan el debido funcionamiento y cobertura mayor, con tarifas ausentes del lucro, las cosas serán un evidente satisfactor. Representarán inclusive el tan esperado bienestar que conduce por las sendas verdaderas y justas que merecen los seres humanos.
Hace falta la asistencia social en hospitales, dispensarios y centros de salud para un pueblo enfermo y necesitado cada día más y más. El IGSS si añade su parte y agiliza el pago de prestaciones; si Finanzas exige el pago de impuestos a los evasores, eso coadyuvará a que nuestra capital sea más humana.