Tras un suceso viene otro, de trascendencia por supuesto, y el escenario resulta la capital guatemalteca, para variar; empero su proyección abarca todo el país. La crisis financiera hasta suicidios ha generado, empero en el ojo del huracán se encuentra ahora el caso de no licitar.
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Este mecanismo tiende a esforzarse por ejecutar fondos públicos, distantes de cumplir con el requisito legal de someterse al sistema de Guatecompras. Y vaya si no implica una auténtica danza de millones puesta en manos del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) y restantes instituciones ajenas al Estado.
El argumento que esgrimen para tal fin es deleznable, y para ello recurren al archisobado dicho que desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal. Nada que ver eso que así gana espacios la transparencia, además de la supresión de trámites engorrosos y la empleomanía gubernamental.
Bajo dicho procedimiento, al que damos el beneficio de la duda, por qué no la Contraloría General de Cuentas de la Nación puede «contarles las costillas», sólo por que se trata de organismos internacionales. Y entonces ¿la soberanía nacional vale un comino? según sus entendederas.
Reitero, son millones de millones que escapan al respectivo control, aparte del hecho desagradable y repudiable de embolsarse magníficas comisiones por manejar esas obras materiales. De esa suerte, por ejemplo es sabido que en sólo quince días el Gobierno gastó millonada de dinero.
Qué contradicción, misma que causa manifiesto descontento y rabietas, puesto que nada menos, a semejanza del dinero convertido en humo de los bancos quebrados, los impuestos que pagamos concluyen haciéndolos piñatas. Deseable que se encuentre una salida a esta laguna, esperamos todos.
Una vez más queda evidenciado cómo en nuestro ambiente cimarrón, paraíso de tantas movidas chuecas, detrás de un suceso oscuro sigue otro igual o peor. De dónde vamos a confiar cambien algún día las cosas y casos con tan repudiable membrete que se convierte en mala fama y desconfianza.