¿En dónde está el Estado?


Se perdió la otrora solidez del sistema financiero del paí­s. Las autoridades aducen que ahora habrán de emprender sendas investigaciones para identificar a los «terroristas financieros» mismos que «están sembrando zozobra» en la población.

Walter del Cid

Al amparo de la complicidad, por omisión de denuncia, resulta que ahora las financieras y algunas de las denominadas entidades «fuera de plaza», las off shore, se han desenvuelto al margen de las regulaciones del andamiaje jurí­dico que permitió generar en su momento una atmósfera de respeto y seguridad en todas las instituciones propias del sistema financiero. La publicación de este dí­a en campo pagado por parte del Ministerio de Gobernación viene a ser, en medio de la podredumbre y las porquerí­as que empiezan a dar luz, una poco atinada medida. Una medida para congraciarse con unos cuantos, pero que en lugar de generar confianza siembra más dudas. ¿Una distracción o verdaderas intenciones para deducir responsabilidades? Ellos sabrán.

Los afanes reduccionistas y limitadores de las funciones del Estado nos han llevado a este actual estado de cosas. Hoy vemos con estupor como en el mercado financiero no todo es como lo pintan. Hoy vemos que los estafadores y los saqueadores de los sueños de quines han creí­do en las instituciones bancarias y financieras, es solo eso, un sueño, un canto de sirenas. El Estado evidencia una vez más su incapacidad. Este Estado que ha sido configurado para beneficiar a unos pocos en detrimento de las mayorí­as. Este Estado que ahora revela otras maneras de exclusión y discriminación.

Para nadie es un secreto que fundamentalmente y por muchos años los directivos de los bancos y financieras se prestaban a sí­ mismos. De hecho la accesibilidad al crédito, con excepción de los instrumentos hipotecarios, ha sido de negación para la población guatemalteca. La «competencia» y la llegada de otros productos financieros es la que ha empujado a la baja de las tasas de interés que antes se «comí­an» al sujeto de crédito y de ahí­ que sólo el que tení­a un patrimonio significativo fuere objeto de los mismos. Ante esta situación se produjo una multiplicación de bancos y financieras. Una nueva mina. Recordemos que en algún momento, sólo en bancos, el sistema llegó a tener 34.

En un paí­s como el nuestro en donde son muy influyentes los pregoneros de la desaparición del Estado para «garantizar la libertad del individuo», al punto de tener su propia universidad, lo que se produjo fue la generación de un conjunto de condiciones para que los estafadores pudieren desenvolver sus persuasivas tramas para saquear los bolsillos de los guatemaltecos y con ello arrebatarles el sueño de contar con la seguridad de sus ahorros. Así­ las cosas, el Estado está en verdaderos trapos de cucaracha y pareciera que en tanto no nos atrevamos a emprender verdaderas reformas, habremos de seguir en este ví­a crucis por muchos años más.