Mi segundo gol


Van a cumplirse 50 años de la fecha en que nuestros profesores de psicopedagogí­a, licenciado Amí­lcar Echeverrí­a, y de didáctica, licenciado í“scar Muga Bruni, en la Escuela Normal, organizaron una brigada cultural y deportiva del 5º grado de magisterio, que irí­a al municipio de San Vicente Pacaya, para llevar un poco de alegrí­a a una población alejada del adelanto del paí­s. Y allá nos fuimos, llevando guitarras, mandolinas, declamadores y juglares, para una velada en la escuelita rural que sólo atendí­a la escolaridad primaria. De perdida también iba un improvisado equipo de fútbol, para enfrentar a la oncena local en la que algunos jugaban descalzos y utilizaban una pelota de pitón. No recuerdo por qué se escogió ese pueblo; lo que sí­ recuerdo es que nuestra presencia fue un instante de alegrí­a para escolares y vecinos.

René Arturo Villegas Lara

Llegar a San Vicente Pacaya, en 1957, era complicado. Habí­a que subir una cuesta de tierra, con hoyos y zanjas que dejaban las correntadas de invierno. Era el mes de junio. El bus chevrolet de la Escuela, manejado por «Chichuda», logró llegar a la cumbre, donde se inicia el ascenso al Volcán de Pacaya. Desde allí­ divisamos el pueblecito que se trazó en un pequeño valle de clima agradable. Sus calles eran de tierra, y las viviendas de adobe tení­an los patios sembrados de aguacatales y de ese fruto llamado «Injerto», una especie de zapote de tierra frí­a. Por la tarde del dí­a que llegamos, después de un frí­o aguacero y entre la niebla que cubrí­a el campo, a un costado de la iglesia, se jugó el partido de fútbol. Por necesidad y a sabiendas que yo carecí­a de aptitudes para jugar ese deportes, pues lo que practicaba era el básquetbol, no hubo más que hacerle ganas y conformar la delantera. Los normalistas tení­amos ventaja, porque «Pose Valdez» jugaba en el Tipografí­a y la «Gruya Dí­as» en la Universidad; así­ que ganamos el partido 5 a 2, de los cuales yo, por casualidad, metí­ el 5º. Es el único gol que logré colocar en mi vida, pues, aunque más tarde integré el equipo de mi pueblo, como jugaba la porterí­a, nunca jamás, como escribiera Allan Poe, pude meter otro gol. Por la noche, la velada, con la presencia del alcalde, el director de la Escuela y los profesores, deleitó a una concurrencia que aplaudió a la concertina y a los compañeros que cantaron rancheras o declamaron…

Y quién iba a creer que cercano a San Vicente Pacaya, el 26 de diciembre de 2006, meterí­a mi «segundo gol», sólo que fuera del fútbol. Resulta que mis hijos y dos de mis nietos, de 11 y 6 años de edad, decidieron ir a subir el Volcán de Pacaya. De paso me «cucaron» para que los acompañara. Me resistí­ porque los años pasan, pesan y… Al final acepté el reto y nos fuimos a ese volcán que a saber en qué tiempo principió a «eructar lava», pues en los Viajes de Tomás Gage, en tiempos de la colonia, ya se cuenta de su constante aventar fuego para todos lados. Ahora, la abrupta cuesta que recorrí­ hace 50 años está asfaltada y desde la misma cumbre se divisa un San Vicente Pacaya moderno, de calles adoquinadas y algunos edificios. Me imagino que hay escuela secundaria.

El ascenso al volcán es difí­cil y se necesita mucha juventud para subir, aunque uno se puede auxiliar de palos que alquilan como bordones. Si usted se cansa, puede alquilar una caballo que lo lleva hasta arriba. René Alejandro aprovechó para montar a caballo; y Javier, el menor, se comió la empinada cuesta con facilidad. Y usted va subiendo y jadeando, por una vereda que serpentea entre un denso bosque tropical. Conforme gana altura, divisa la capital, el lago de Amatitlán, la laguna de Calderas, los volcanes que rodean a Antigua, la Costa Grande. Es algo maravilloso y vale la pena sufrir el esfuerzo. Cuando se llega al pie del volcán, un enorme rí­o de lava pinta de negro la última erupción que hace meses salió del cráter que se abrió al pie del Pacaya. Hay partes donde aún están hirviendo las entrañas del rí­o de roca. En una arista del cono se divisan tres figuritas de «valorudos» «que llegarán hasta el cráter de la cima. Haber arribado hasta el pie del volcán, es mi segundo gol en San Vicente Pacaya, gracias a la decisión de ir con mis hijos y mis nietos a ese maravilloso lugar de la patria. Un buen remate en la Navidad del 2006.