Poné 8, y poné 80


De mis antepasados, a menudo escuché la expresión de poné 8, y poné 80. Esto cuando poní­amos en duda situaciones que justificaban sus limitaciones, sobre todo de orden fí­sico. Obviamente vimos muy lejanos el hecho de que alguna vez se repetirí­a la historia.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

En una forma sutil hicieron vernos la diferencia existente entre el abismal caso de las diversas etapas de la existencia. Máxime el potencial orgánico declinante al paso del tiempo, a juicio de analistas la peor agresión deviene del paso inexorable del mismo.

Cuesta arriba resulta comprender en la etapa de ser niño o mozo desviarse acaso a la recta final equivalente tanto a la madurez como a la adultez mayor. Sin embargo, desde adentro después surgen los momentos cuando uno ya está inmerso en lo que antes semejó imposible.

Por consiguiente, considero injusto sobremanera que a las personas de la tercera edad, o simplemente adultas se les discrimine, peor aún, sean vistas de menos. ¿Adónde quedó la experiencia y conocimientos de ellos y ellas? No es tarea difí­cil ponerse la mano en la conciencia.

Hoy en dí­a que todo discurre a ritmo veloz y las propias carreras impiden la reflexión y un alto en el camino con fines evaluativos, mejor dicho autoevaluativos, hacen caso omiso de situaciones trascendentes e importantes.

Es oportuno en términos de variaciones sobre el mismo tema, recurrir a otro antiguo pensamiento que pondera principios filosóficos. En circunstancias análogas al tema se ha dicho: «Â¡Ay!, si la vejez pudiera; empero, ¡ay!, si la juventud supiera» He allí­ la cuestión discordante.

Como no todo está perdido en Dinamarca, viene a cuento referirnos a ejemplos existentes, si no generales se dan en alguna medida. Encontramos elocuentes esos casos donde octogenarios se encuentran en pleno uso de sus facultades diversas y muchachos arruinados.