La prensa nos puso al tanto del asesinato cometido por dos energúmenos que violaron y luego degollaron a una niña de 6 años. Una tristísima indignación invadió el alma de toda Guatemala que se resiste a creer que vivan, en su seno, seres dizque humanos que sean capaces de premeditar y cometer un acto de tan extrema vileza.
Cuando para referirse a esos entes uno utiliza el término «seres humanos» es que titubea y se pregunta si esos entes son de verdad seres humanos. Es que si acaso son seres humanos, tienen los mismos derechos que el orden natural otorga a cada uno y todos todos los homos (varones y mujeres) que viven en el mundo. Y nuevamente asalta la duda cuando se trata de otorgarles derechos a esas bestias.
Los filósofos humanistas, los firmantes del acta de fundación y declaración de los derechos humanos de las Naciones Unidas, y muchos muchos más tienen argumentos muy sólidos para aseverar que hay derechos inherentes a la condición de homo que nadie puede regatear. Sin embargo, hay situaciones en las que un homo malhechor pierde ciertos derechos y es entonces que se le puede encarcelar y aún ajusticiarlo luego de un juicio al que, dizque todo todo malhechor tiene derecho, nuevamente asaltan las dudas.
¿Será que un violador asesino de una inocente niña de 6 años tiene derecho a un juicio?
Reconozco que, desafortunadamente ó afortunadamente (?) así es, y que, lo que procede es llevarles a los tribunales porque como seres humanos que son gozan de ese derecho. Se hace difícil utilizar el término «gozar» para aplicárselo a esos entes, y es más, ¿no será que esos seres humanos ya perdieron la calidad de humanos?
Cuando uno representa en su mente esas escenas, cuando uno se imagina a esa pobre niña cuando era violada por esas bestias, uno de los cuales le tapaba la boca para acallar sus gritos mientras el otro le deshacía brutalmente sus genitales, surge un indignante rechazo para calificar a esas bestias como seres humanos.
Dan, entonces, ganas de imitar a aquel francés que en los 60 desesperado gritaba «paren el mundo que me quiero bajar».
¿Habrá por ventura alguna forma de despojar a esos entes del inmerecido calificativo de humanos para así privarlos de todos los derechos innatos que se supone les pertenecían desde su concepción?
Si se lograra calificarlos de homínidos se podría, sin complicaciones legales, eliminarlos como se elimina a un perro con rabia.
No puede uno dejar de recordar que esos entes fueron concebidos y nacieron hechos a imagen y semejanza de Dios, que son Homo Sapiens Amans. Surge entonces la única explicación. El maligno se ha posesionado de ellos, de la mente, de su alma, de su corazón y ahí están posesos, poseídos del demonio pero aún así siguen siendo seres humanos acreedores a los derechos inherentes a todo homo. ¿Será posible? ¿Será verdad?
Nuevamente asaltan las dudas y uno, sin quererlo, vuelve a preguntarse si de verdad esos entes ya dejaron de ser humanos y por lo tanto ya no tienen derecho a los derechos humanos.
Y nosotros? ¿fariseos?