EL VIOLADOR ASESINO, YA NO ES UN SER HUMANO


La prensa nos puso al tanto del asesinato cometido por dos energúmenos que violaron y luego degollaron a una niña de 6 años. Una tristí­sima indignación invadió el alma de toda Guatemala que se resiste a creer que vivan, en su seno, seres dizque humanos que sean capaces de premeditar y cometer un acto de tan extrema vileza.

Dr. Carlos Pérez Avendaño

Cuando para referirse a esos entes uno utiliza el término «seres humanos» es que titubea y se pregunta si esos entes son de verdad seres humanos. Es que si acaso son seres humanos, tienen los mismos derechos que el orden natural otorga a cada uno y todos todos los homos (varones y mujeres) que viven en el mundo. Y nuevamente asalta la duda cuando se trata de otorgarles derechos a esas bestias.

Los filósofos humanistas, los firmantes del acta de fundación y declaración de los derechos humanos de las Naciones Unidas, y muchos muchos más tienen argumentos muy sólidos para aseverar que hay derechos inherentes a la condición de homo que nadie puede regatear. Sin embargo, hay situaciones en las que un homo malhechor pierde ciertos derechos y es entonces que se le puede encarcelar y aún ajusticiarlo luego de un juicio al que, dizque todo todo malhechor tiene derecho, nuevamente asaltan las dudas.

¿Será que un violador asesino de una inocente niña de 6 años tiene derecho a un juicio?

Reconozco que, desafortunadamente ó afortunadamente (?) así­ es, y que, lo que procede es llevarles a los tribunales porque como seres humanos que son gozan de ese derecho. Se hace difí­cil utilizar el término «gozar» para aplicárselo a esos entes, y es más, ¿no será que esos seres humanos ya perdieron la calidad de humanos?

Cuando uno representa en su mente esas escenas, cuando uno se imagina a esa pobre niña cuando era violada por esas bestias, uno de los cuales le tapaba la boca para acallar sus gritos mientras el otro le deshací­a brutalmente sus genitales, surge un indignante rechazo para calificar a esas bestias como seres humanos.

Dan, entonces, ganas de imitar a aquel francés que en los 60 desesperado gritaba «paren el mundo que me quiero bajar».

¿Habrá por ventura alguna forma de despojar a esos entes del inmerecido calificativo de humanos para así­ privarlos de todos los derechos innatos que se supone les pertenecí­an desde su concepción?

Si se lograra calificarlos de homí­nidos se podrí­a, sin complicaciones legales, eliminarlos como se elimina a un perro con rabia.

No puede uno dejar de recordar que esos entes fueron concebidos y nacieron hechos a imagen y semejanza de Dios, que son Homo Sapiens Amans. Surge entonces la única explicación. El maligno se ha posesionado de ellos, de la mente, de su alma, de su corazón y ahí­ están posesos, poseí­dos del demonio pero aún así­ siguen siendo seres humanos acreedores a los derechos inherentes a todo homo. ¿Será posible? ¿Será verdad?

Nuevamente asaltan las dudas y uno, sin quererlo, vuelve a preguntarse si de verdad esos entes ya dejaron de ser humanos y por lo tanto ya no tienen derecho a los derechos humanos.

Y nosotros? ¿fariseos?