Se armó la de San Quintín en la capital guatemalense, antes de Navidad. Pero ya nada extraña que suceda en nuestra metrópoli, en vías de expansión y con carencias a la vez. Ocurre el contrasentido cuando vemos señales físicas de desarrollo, acompañado eso sí, de dificultades.
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Como quien no dice nada, de repente los billetes de cien desaparecieron como por arte de magia, pese a que el circulante tuvo sus saldos en algunas manos previsoras. Ello brilló por su ausencia de parte principalmente del Banco de Guatemala, BANGUAT, de igual manera en cajeros automáticos y una mayoría de bancos del sistema.
De consiguiente, el público pasó las de Caín, a tiempo de acudir a uno y otro sitio donde se llevan a cabo operaciones del caso, mencionados en el párrafo anterior. Toda la gente urgida de cambiar sus aguinaldos, o bien retirar dinero cortante y sonante se topó con el caso inaudito.
La avalancha humana en kilométricas filas desesperada salía con las manos vacías y reacciones hepáticas, después de perder su tiempo inútilmente. Sobrada razón tuvieron, siempre el otro yo se arma de coraje ante circunstancias de tal índole que generan más desconfianza.
El trillado argumento del BANGUAT, que nadie dio crédito, vino a ser así de sencillo que reconocen su imprevisión al dejar para última hora contar con billetes de aquella denominación. Misma problemática que repercutió en los cajeros automáticos, vacíos, sólo figura decorativa.
Sin embargo, pese a tamaña situación fuera de lo común, el movimiento quedó demostrado al percibirse la fiebre de compras dondequiera, vale decir que los billetes de cien salieron de los bolsillos, alcancías y reservas de la población, que carecen de cajas fuertes.
Cada año en ocasión de las festividades de fin de año, relacionadas con Navidad y Año Nuevo suceden casos y cosas increíbles, pero ciertas; pareciera ya una tradición esos matices que sacan a todos de sus casillas. Empero, persiste el ánimo festivo en el alma de los chapines.