Volver a empezar es algo que deberíamos hacer constantemente, cada día, cada lunes o cada inicio de mes, sin embargo no siempre nos damos esa oportunidad y esperamos el cambio de año para hacernos nuevos propósitos. Quizá la ocasión es la que mejor invita a hacerlo, los medios de información y el tema de conversación de todos. Es la pregunta clásica de muchos, recordémoslo: ¿Qué te vas a hacer el próximo año? ¿Vas a comenzar algo nuevo? ¿Pondrás tu negocio? ¿Acabarás tu tesis? ¿Aplicarás para la beca? Las preguntan nos abruman tanto que terminamos pensando, en serio, qué haremos con tantos días ?365- que supuestamente nos toca vivir.
Curiosamente, a veces por desgracia, pensar en el futuro nos lleva a pensar en el pasado. Comenzamos a ver atrás y, si nos ha ido bien, nos sentimos orgullosos de nosotros mismos, nos consideramos cabrones y, con suerte volvemos la vista al cielo y le damos gracias a Dios. Los éxitos nos lo achacamos a nosotros mismos, pocas veces a la suerte, al azar o hasta a Dios. Si nos ha ido de la patada nos frustramos, experimentamos sentimientos de tristeza y nos preguntamos por qué nos ocurrió eso. Si somos sinceros atribuimos esas cosas a nuestra desidia, a la falta de visión, de valor, y sufrimos esas fallas nuestras. Si somos cuerudos miramos al cielo y maldecimos como Job al Creador: soy como soy, la suerte que tengo se la debo a Dios por no haberme bendecido, por olvidarse de mí y por ser una divinidad injusta y mala onda.
Si me preguntan, yo pienso que no debemos reparar demasiado en el pasado y ser bastante indulgentes con nosotros mismos, ser benévolos y piadosos. Eso no quiere decir que no se deba poner atención a nuestro desgano y pachorra, significa que una vez consideradas la debilidades nuestras (que por otra parte ya deben ser super conocidas), hay que seguir adelante, tomar nuevos propósitos y darle duro. Quedarse en la mitad del camino y llorar nuestros «pecados» tiene poco sentido, las lágrimas no nos dejan ver el camino. Esto cuesta, me parece, porque tenemos a veces una especie de propensión a la tragedia, al lagrimeo y al pesar. Nos la pasamos lamentando las oportunidades perdidas, nuestros vicios sempiternos, las fallas eternas. Hay que cortar con esas cositas y empezar siempre el camino, reanudarlo.
A veces es necesario deshacer el camino, regresar al punto desde donde partimos y tomar la vía adecuada. No hay de otra. Insistir por el camino equivocado es tonto porque sabemos que no nos lleva a donde queremos y que el desgaste es inútil. ¿Pero es que ya ha invertido demasiado por esa senda? De acuerdo, pero nunca es tarde para iniciar un nuevo sendero. Es mejor terminar nuestra vida por el camino que juzgamos el mejor que insistir por la vía equivocada. ¡Qué desgracia! Sí, pero la vida es así y la mayor parte de los mortales nos equivocamos ?si no todos-. Hay que sentirse dichoso porque en el camino de desventuras no somos los únicos.
Entonces lo que quizá es necesario para este inicio de año que se vecina es valor para cambiar. Siempre hay algo qué renovar en nuestras vidas, aspiraciones a alcanzar, anhelos y motivos que nos ayuden a vivir una existencia con significado. Iniciar un nuevo año es medicinal y un buen estimulante para soñar nuevos proyectos. Debemos, sin embargo, tomar las cosas con realismo y empujar duro cada día, hacer las cosas con responsabilidad y tener paciencia para esperar los resultados. Llegarán, pero a su tiempo. Hay que ser tenaces, insistir a diario y no desfallecer, como el campesino que luego de tirar la semilla espera.
Que en este nuevo año Dios le bendiga y le ayude a alcanzar lo que más anhela su corazón. Le deseo suerte.