No al consumismo


En las fiestas de fin de año se ha olvidado el origen de la Natividad. El cristianismo surgió cuando el pueblo lo necesitaba y alimentó su esperanza, al mostrar el camino de la vida eterna. Contribuyó a aliviar los padecimientos de los desheredados. Su ética nos ha ayudado a mitigar la ansiedad que produce el vací­o moral. A partir del cristianismo, el ser humano dejó de ser un animal de apetitos y se convirtió en una conciencia con principios.

Marco Vinicio Mejí­a

El cristianismo comenzó como un movimiento de rebeldí­a contra las costumbres establecidas. El cuerpo de ideas de los cristianos primitivos convocó a quienes tení­an hambre y sed de justicia, porque serí­an saciados; reclamó a los mansos, porque ellos poseerí­an la tierra; llamó a los perseguidos, porque se les entregarí­a el nuevo reino prometido.

Ese ascetismo, esa severidad de los inicios, no tiene nada que ver con la orgí­a consumista en que se convirtieron las actuales navidades. El consumismo es una forma diferida de «explotación del hombre por el hombre». Hay que oponerse a este sistema con lo que puede denominarse «consumo sostenible». El consumo racional no consiste sólo en abstenerse de adquirir productos perjudiciales para el medio ambiente o para los seres humanos. Implica cuestionar el sistema imperante, conlleva examinar nuestra postura ante las desigualdades sociales y significa desafiar a los sucesivos gobiernos en la concesión de los recursos naturales. En Guatemala, es insuficiente la oposición para que la explotación de recursos estratégicos como el petróleo o el oro, resulten lesivos para los intereses tanto del Estado como de la población.

El afán de consumir nos afecta por medio de una doble explotación. La sufrimos como trabajadores y la padecemos como consumidores. Esto provoca conductas generalizadas de consumo irracional y casi compulsivo, con el señuelo de que cuanto más tengamos y más consumamos, seremos más felices; así­ nos acercamos a los patrones y conceptos de vida impuestos por quienes tienen el poder económico y polí­tico.

El despilfarro que observamos en la basura acumulada en las calles no parece perjudicarnos. La vemos con indiferencia, sin estar conscientes que se genera en un paí­s pobre, el patio trasero que repite los patrones del consumismo y la sobreexplotación de los recursos en Estados Unidos.

Sin embargo, siempre que pensamos en evitar o limitar los daños al medio ambiente generados por la producción, distribución y consumo de bienes adicionales, opinamos que deberí­an introducirse técnicas y productos menos perjudiciales, pero no actuamos en reducir la producción y el consumo de los propios medios materiales.

La promoción del consumismo por medio de la publicidad, la televisión comercial y los grandes centros comerciales, debe ser desafiada por los propios consumidores. Una prioridad importante para lograr que el consumo sea una simple satisfacción de necesidades, debe ser librarnos de las cadenas personales que imponen el hábito de consumo exacerbado. Cadenas de tipo psicológico que nos hacen sentirnos infelices si no logramos imitar los patrones de felicidad que la publicidad nos muestra.