En Guatemala, ésta es la época más bella del año. Es una época que a todos nos trae recuerdos de Nochebuena, de noches serenas, llenas de estrellas que relucían más con la algarabía de las doce de la noche, la cohetería y las voces de nuestros padres que nos decían que acababan de ver a Santa Claus bajar sobre el techo de la casa en su refulgente trineo y que nos apuráramos para poder saludarlo o por lo menos verlo desaparecer entre las estrellas, mientras dejaba una estela de luz de los esquís de su trineo.
Mientras salíamos al frío de la noche a intentar ver a Santa Claus, esforzando nuestros ojos entre las miríadas de estrellas titilantes, nuestros padres aprovechaban el momento para poner bajo el árbol todos los regalos que Santa nos había dejado después de bajar sobre el techo. Tíos y amigos especiales de la casa ayudaban a crear o recrear esa magia inolvidable para los niños que éramos nosotros, mi hermana Silvia, mi hermano menor, Rodrigo ?quien falleció hace dos meses- y yo, el mayor.
Al regresar al calor de la casa, se sentía el olor a ponche caliente, a tamales hirvientes recién abiertos por mi mamá, algunas tías y la muchacha, quien era casi parte de la familia. Pero a nosotros, todas las uvas, manzanas, mazapanes, rompopo, gran variedad de dulces, nueces y la enorme gama de frutas secas que se compraban en La Sevillana, no nos importaban mayor cosa en ese momento. Lo que nos importaba eran los abrazos y los abundantes regalos bajo el árbol adornado y encendido con luces y series de candelas de vidrio llenas de líquidos de colores, en donde se formaba una continua cadena de burbujas que subían una tras otra y reventaban hasta el final superior de la candela.
Ahora, ésta época tiene otra significación para mí. Esta pausa de celebración por la venida del Mesías, Hijo Unigénito de Yahvé o Jehová Dios, debería servir para realizar una recapitulación individual de nuestras actitudes. Debería ser una época para perdonar y pedir perdón a nuestros semejantes. Debería ser para tomar una actitud reverente y elevar oración por nuestros enemigos y nuestros amigos, porque perdonando es como somos perdonados. La buena voluntad o la buena fe individual es el instrumento más poderoso que se me ocurre puede cambiar a Guatemala.
Hago, por medio del Señor Jesucristo, un ruego a Yahvé o Jehová Dios, porque proteja e ilumine con Su Luz a nuestras autoridades gubernamentales, presentes y futuras, con el fin de tocar sus mentes y sus corazones para acabar con la corrupción en nuestra Guatemala. Que Yahvé o Jehová, dentro de su misericordia se apiade de nosotros los guatemaltecos todos y toque nuestros espíritus para volvernos hacia í‰l y tomemos actitud apaciguadora antes que violenta para con nuestros conciudadanos.
Ruego a Jehová o Yahvé Dios, que bendiga e ilumine el espíritu y la mente de nuestro presidente, í“scar Rafael Berger Perdomo, para que pueda terminar su período presidencial proporcionando los mejores instrumentos para lograr la recuperación y la consolidación de nuestra Guatemala, o al menos, la verdadera Guatemala que muchos deseamos. Su familia, así también recibirá bendiciones.