La vida en este país cada vez está más difícil. La angustia de que alcancen los centavos, el temor a ser asaltado, la inseguridad al abordar un autobús son sólo algunas de las situaciones que nos acompañan a diario.
A más de eso los diferentes hechos que se producen a lo largo del día realmente nos hacen pensar que vivimos en un país surrealista en donde cualquier cosa puede suceder.
La detención de dos agentes de seguridad, quienes ya por el solo hecho de tener antecedentes penales no deberían ocupar esos cargos, y a quienes se sorprendió uniformados asaltando a transeúntes, para luego indicar que lo hacían porque no les alcanzaba su salario, es una prueba.
Otra más se dio el mismo día cuando luego de que el presidente Berger inaugurara el área de quirófanos del hospital Roosevelt y asegurar que estaban listos por lo que ya se debía operar a los pacientes en espera, indicó que ya dio la orden para que se inicie la segunda y tercera etapa. Y más tarde se conoció que el quirófano está, pero carece de equipo.
En tanto los guatemaltecos inmigrantes son cazados en Estados Unidos y enviados de vuelta, el canciller Rosenthal se reúne con la secretaria de Estado Condoleezza Rice y asegura estar arreglando el asunto. Y el gobierno en lugar de proporcionarles empleo apela por una reforma migratoria. Y aún así y con todo lo que les cuesta ganarse los centavos en el norte, pretendía ponerles impuesto a las remesas.
Y mientras se preparan las actividades para la celebración de los diez años de la Firma de la Paz, con artistas guatemaltecos y extranjeros, se ataca a los jóvenes que producen y reproducen la música electrónica, lo que ni en los tiempos de la guerra, cuando si existieron grupos y artistas individuales en las distintas ramas del arte que cuyas obras tenían un mensaje de protesta y nunca fueron golpeados por enmascarados o sus pertenencias robadas.