Las encuestas y su influencia


Nos acercamos, aún y en medio del ambiente navideño, a un proceso electoral signado ya por lo irreversible del mismo. Como antes apunté, será en los medios masivos de comunicación y la Internet, no será la excepción, en donde se desenvolverá un ambiente de «generación de opinión». Ya han circulado varios correos en la «red» en la que se pone de manifiesto que hay que atacar, destruir y reducir a su mí­nima expresión, la posibilidad de triunfo de ílvaro Colom.

Walter del Cid

Será una tarea titánica el señalar que en efecto las encuestas son un indicativo, no el resultado definitivo. Será sumamente complejo ilustrar a nuestra deficitaria cultura de lectura, que no son, ni por asomo, el resultado final. En Costa Rica fallaron las encuestas. En Venezuela, con todo el apoyo gringo, fallaron las encuestas. En este medio, en La Hora, para dolor de muchos, pesar de otros y lamentación de la mayorí­a, será el único medio en el que la medición mediática, no será objeto de manipulación alguna.

Los guatemaltecos somos muy dados a no sentirnos «perdedores», quizás ese haya sido el espí­ritu que imperó para que durante muchos años (cuatro lustros y más) siempre hayan ganado los mediocres, aquellos que se dedican a lo cosmético, la apariencia, lo superficial, pero «ganadores al fin». ¿Cómo revertir ese enfermizo proceso masivo? ¿Cómo potenciar nuestro poder y decir que en efecto lo podemos ejercer?

Guatemala se encamina por un complejo y difí­cil camino. Tortuoso pues mucha gente habrá de morir de manera inesperada entre este momento y el instante en el que se declare al feliz ganador de las elecciones del 2 de septiembre del año entrante. ílvaro Colom es la imagen a destruir. Es el icono a destronar. En contra de él, su partido, su bancada y su gente en el interior, habrán de recaer las más grandes y orquestadas campañas. Así­ funcionamos. Así­ reaccionamos.

La gran quimera será el inducir en esta campaña, por primera vez, a un voto racional. No el que pida Silvia Gereda, contraria al propio medio que dirige, no al que pidan los obstinados liberales contemporáneos para mantener la situación tal y como está. La gran quimera, será, repito, romper esas barreras del discurso y del contenido prefijado.

Lo cierto del caso es que si Colom y compañeros se sumen en el sueño de que «ya somos», probablemente después dirán, «pudimos haber sido». Lo cierto del caso es que esta vez, más que antes, como nunca, necesitamos saber el «cómo», «el con qué», y «el cuándo».

Los presidenciables nos tienen que responder esas interrogantes con coherencia. Con fehaciencia en sus argumentos. En sus planteamientos: en su Plan de Trabajo. Ese insulso «documento» con el que pretenderán sorprendernos de los grandes alcances de sus planteamientos. A eso le hemos de apostar. Y, en La Hora les hemos de escudriñar para evidenciar aquellos próximos a la realidad o cercanos a la demagogia, tan propia de quienes siempre nos han engañado en los últimos años.