Tráfico de niños guatemaltecos en el NY Times (IV)


Roberto Arias

Sigo con la traducción libre del reportaje sobre este tema en el New York Times:

«Los comerciantes de niños andan con sigilo mientras buscan mujeres encinta en el campo, en donde muchos aldeanos creen, en lo que aparentemente es un mito rural, sobre que existe un activo mercado internacional para niños donadores de órganos.

Hace algunos meses, en una aldea en las afueras de Nahualá, dos mujeres y un hombre fueron de casa en casa vendiendo cabestrillos para niños, trozos de tela para llevar a los infantes en la espalda. Era una artimaña, relataron los vecinos, para averiguar quienes estaban próximas a dar a luz.

Los vendedores ambulantes le hablaron a una joven en la aldea de Xolnahuola para que entregara a su bebé. Ella era soltera y le ofrecieron cerca de US$750, dijeron los aldeanos.

Cuando los tres regresaron y la mujer estaba por dar a luz, sus padres, que se oponí­an a entregar al bebé, alertaron a los vecinos, quienes furiosos se reunieron en el punto. Les cortaron el cabello a la fuerza a las dos mujeres, una forma de justicia maya que tiene la intención de avergonzar a los ofensores. Los comerciantes de niños fueron detenidos por las autoridades para más tarde soltarlos.

A principios de octubre, aldeanos en Ixtahucán mataron a una persona con machetes, capturaron a otras doce y prendieron fuego a cinco vehí­culos cuando se difundió el miedo sobre que una pandilla de roba niños operaba en el área. La policí­a dijo que no quedaba claro si los forasteros realmente eran robaniños.

La señora Luarca ?Susana Luarca Saracho-, la abogada de adopciones, dice que tales episodios no tienen que ver con los niños que ella maneja, quienes vienen de madres pobres que no pueden criarlos y que los entregan voluntariamente sin pago.

’Nosotros no somos una organización criminal’, dijo refiriéndose a los abogados de adopción guatemaltecos. ’Lo que hacemos es algo bueno. En este momento es la única salida para estos niños. Estoy deseando que llegue el momento en que ellos puedan crecer bien aquí­.’

En su opinión, sin embargo, ese momento aún no ha llegado. Las nuevas leyes ’crearí­an un laberinto burocrático’, dice y continúa presionando a los legisladores para preservar el sistema actual.

A la vuelta de su oficina, la señora Luarca administra un hogar de adopciones, limpio, ordenado y con niñeras.

Con probabilidad de leyes más estrictas, el negocio aumenta. Setenta niños hay allí­, los mayores en literas en miniatura y la mayor parte en cunas envueltos en cobijas.

Vienen de madres no diferentes a la adolescente encontrada en una oficina gubernamental firmando para entregar a su bebé a una pareja de Pennsylvania. Ella y su bebé, como todas las madres naturales y sus bebés, deben someterse a pruebas de ADN para que la embajada estadounidense apruebe la adopción.

’Espero que tenga una buena familia y viva una vida feliz’, dijo la madre de 17 años, quien espera que su hija, Antonieta, regrese algún dí­a a visitarla y que sus padres adoptivos no le cambien el nombre.

Ambas probabilidades, dicen quienes manejan el proceso, son improbables.»