La Unión Europea no impone condiciones a la región centroamericana, por el contrario, con mucho más amplitud de criterio, con mucha mejor buena intención nos dice que ellos están dispuestos a negociar como Unión Europea un tratado o un acuerdo de asociación con la región centroamericana, ello implica no un Tratado de Libre Comercio (TLC) que simultáneamente negociara y suscribiera Estados Unidos individualmente con cada uno de los países centroamericanos. Ello, a diferencia del TLC con los Estados Unidos, no fomenta diferencias, ventajas y desventajas entre nuestros países, sino crea un todo donde, además de la parte de intercambio de productos, se inicia el intercambio de cultura, de personas, de desarrollo político y la universalización en casi todo sentido.
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Pretender negociar individualmente demuestra egoísmo, discriminación y peor aún falta de solidaridad y madurez de los unos para los otros. La unión hace la fuerza, las democracias son el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo y si reconocemos el antecedente de una patria grande, no podemos de forma egoísta pretender boicotear la integración de Guatemala a Panamá.
Durante varias generaciones hemos hablado de la integración centroamericana y esa integración no puede ser discriminatoria. Si deseamos que el nivel de vida mejore en toda la región, el intercambio y la unión de planes y legislación es un requisito sinecuanum.
El crecimiento económico del conjunto beneficia a todos los centroamericanos e inclusive evita las rencillas que existen derivadas de las fronteras artificialmente creadas. Cuán beneficioso sería, como ya lo he mencionado, que la carga impositiva de Centroamérica fuera una sola, que tuviéramos embajadas y consulados conjuntos en la mayoría de países.
Producir como región es algo que ya se está dando, basta ver la producción de azúcar con capital de un mismo grupo invertido en ingenios en Guatemala, Honduras y Nicaragua; la existencia de bancos centroamericanos como el Banco Cuscatlán y el G