La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo siempre ha sido expresión de altos sentimientos artísticos. Desde las ceremonias gregorianas del siglo VII y los oratorios modernos de Ottorino Respighi y Olivier Messien, hasta las hermosísimas obras contemporáneas de Arvo Pí¤rt, constituyen un hondo homenaje a Casiopea, esposa dorada, resuena en las campanas de mis venas como multiforme hoguera multiplicando mis anhelos.
De tal manera, que para celebrar con todo su esplendor la Natividad del Señor del 2006, «Temas Musicales» del Diario La Hora, ofrece dos comentarios breves sobre dos de los más hermosos oratorios de la literatura occidental:
El Mesías de Jorge Federico Haendel y La Creación de Franz Joseph Haydn.
He aquí algunas notas como sencillas guías para escuchar el oratorio de Haendel: El Mesías, que es tan popular como la Pasión según San Mateo de Bach, y las Estaciones de Haydn, no tienen acción. El texto está formado tan sólo por fragmentos bíblicos, coleccionados por Charles Jennens, que escribió varios libretos para Haendel. La primera parte tiene por tema las profecías sobre la llegada del Mesías; la segunda, su pasión, su muerte, su resurrección y la difusión de su doctrina; la tercera parte, su victoria sobre la muerte y la redención rescatada con ella. Mientras en los demás oratorios de Haendel puede reconocerse una marcada influencia italiana, la música del Mesías se arraiga en las antiguas pasiones y cantatas religiosas alemanas. He aquí algunos ejemplos del oratorio en su primera parte: El coro Pues la Gloria de Dios se regocija con la magnificencia del Señor. Enseguida, el bajo glorifica la luz que alumbrará las tinieblas: El pueblo camina en la oscuridad. El coro predice el futuro; Pues nos ha nacido un Niño, tal como Isaías profetizó el Nacimiento de Jesús. Una Pastoral para orquesta (llamada por Haendel Pifa, palabra italiana que significa «gaita») pone en escena a los pastores del segundo capítulo del Evangelio de San Lucas. La soprano relata cómo se les apareció el ángel y cómo alabaron a Dios las legiones celestiales: Gloria a Dios (dramatización del pasaje de San Lucas, 2, 8-14).
La segunda parte comienza con un himno del coro al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo: He aquí el Cordero de Dios (Juan, 1, 29). La contralto y el coro describen la pasión de Jesús, tal como la predijo Isaías: Fue despreciado (53, 3 y 55, 4-6). Incluso el relato de la muerte de Jesús está tomado del Antiguo Testamento (ls., 53, 8): El está allí. Una cita a la Resurrección del Salvador (Haendel lo confía al tenor; en la adaptación de Mozart aparece destinado a la soprano), conduce al coro Alzaos, puertas del mundo (Salmo 24, 7-10). Los número siguientes, que se refieren a la Ascensión, son omitidos con frecuencia; el coro El Señor dio la orden (Salmo 62, 12) está por ello fuera de su contexto, apacible siciliana para soprano con magníficas contramelodías de los violines.
Este Evangelio de la Paz conquistó el mundo entero: Su voz se difundió por toda la tierra (Rom., 10, 18); Handel escribió este número para coro; en la adaptación de Chrysander aparece para el tenor sólo. El coro concluye la segunda parte con el extraordinario Aleluya (Ap., 19, 25-26; 1, Cor.), El triunfo del Salvador sobre la muerte es cantado por el coro al unísono, con sugestivos cambios del tiempo: Cómo por un hombre vino la muerte (1, Cor.). El dúo ¡Oh, muerte! ¿Dónde está tu aguijón?, el coro Gracias te sean dadas, Señor, y el aria de soprano Si Dios está con nosotros son omitidos casi siempre.
He aquí algunas notas de trabajo sobre el oratorio La Creación, escrito por Joseph Haydn en 1798 y que se escucha en Viena, generalmente, en los tiempos de Epifanía. Los días de la Creación están divididos en dos partes musicales. De esta manera, la conclusión de la segunda parte describe el coronamiento de la obra de Dios: la creación del primer hombre. Ya la música del tercer verso de la Biblia da una prueba del realismo genial de Haydn: el compositor expone aquí la maravillosa creación de la luz de una forma sencilla y a la vez persuasiva: Y Dios dijo, ¡Hágase la luz!, y la luz fue hecha. El coro Y brota un nuevo mundo, es uno de los ejemplos de cómo Haydn ha podido dar en la Creación melodías netamente populares sin caer en la banalidad.
Con la obra del cuarto día (creación de sol, la luna y las estrellas) termina la segunda parte del oratorio; la fuerza avasalladora del sol y el resplandor más poético y místico de la luna, están contrapuestos muy acertadamente; el coro, que ha llegado a ser tan popular, Los cielos alaban la gloria de Dios (Salmo 19, 1), forma el grandioso final de esta parte con su extraordinario Aleluya concluyente.
Y con eso, las últimas notas de los Aleluyas de Haendel y Haydn, finalizamos estas apreciaciones, deseándole a nuestros lectores una Nochebuena tranquila, llena de música, tradiciones y con un vehemente llamado a la paz y la concordia.