Que fea impresión dan unas parejas callejeras


El amigo lector se habrá dado cuenta, en su diario transitar en las calles capitalinas que, con el mayor desparpajo, por todos lados se ven parejas de muchachos y muchachas exhibiéndose ante los transeúntes como enamorados que insultan la buena cultura personal en sociedad. ¡Poco les falta para descender a la condición animal!

Marco Tulio Trejo Paiz

No tienen empacho, esos «tenorios» de la nueva ola, para dar espectáculos vulgares, como de oscuros antros de vicio, ante personas mayores -merecedoras de respeto- y niños y niñas dignos, también, de ejemplos edificantes.

No cabe duda que, como opina mucha gente, un sinnúmero de adolescentes y jóvenes ha sido «contaminado» por costumbres salpicadas de suciedad moral y cultural en diversos aspectos de lo conceptual. ¡A lo mejor la televisión los ha impactado mal!

Como que la «democracia» -así­, entrecomillada- ha servido para deformar la mentalidad y el comportamiento en general de muchachos y muchachas no sólo de í­nferos estratos sociales, sino a la vez de otros en los que, se supone, hay algún refinamiento cultural.

¿Qué es eso de andar dando espectáculos «amorosos», besándose, abrazándose y con «tentarujas» indecentes en la ví­a pública? ¿Acaso no existen lugares adecuados para que los «idí­licos» actos del cuento se hagan con discreción en otros sitios?

Hay patojos y patojas que suelen y gustan «dar cine» en las calles citadinas para demostrar, los primeros, que ya las pueden como aprendices de los muy «machos» y, las segundas, que ya van entrando en la cosa del amor a la usanza de la nueva moda…

En los hogares y en las aulas, especialmente, deberí­a educarse y orientarse bien a los adolescentes y a los jóvenes para que no den tan desagradables espectáculos callejeros, por feos e inedificantes que, a sotto voce, censuran o reprueban las personas que honran la buena cultura en lo individual y en lo social.

Quienes ejercen la función educativa del Estado deberí­an predicar constantemente en cuanto al correcto comportamiento que debe tener la juventud toda. No es que esté campeando un moralismo trasnochado de puritanos fuera de época, ¡NO!, ¡no es eso! Es, simplemente, un deseo sincero de que Guatemala vaya superándose efectivamente con aprovechamiento de lo positivo de los paí­ses cultos.