Qué prisa tenía noviembre en aparecer Es el ritmo de vida acelerado acaso quien da la pauta En general hay expectativas siempre, porque trae aires refrescantes a la población, víctima directa de tanta contaminación que satura el ambiente terrícola.
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Estos aires de la época conservan sin cambio aparente el esquema anual por demás conocido y sabido. Por el hecho de ser también la antesala de fin de año, abre la puerta grande a fin de que penetre el frío como Pedro por su casa, tan deseado por el colectivo.
Leves al principio para acondicionar al género humano habitante del llamado trópico y se adapte como quiera que sea. Después alcanza mayor fortaleza, en tanto el organismo responde y soporta, gracias al abrigo con que cuenta y protege su salud, el don más preciado.
Sin embargo, las diferencias persistentes entre los diversos segmentos de nuestra sociedad, azotan con ganas a personas que viven en la pobreza y extrema pobreza. O sea que la consiguiente onda fría causa daños severos a los indigentes que perecen por hipotermia.
El fenómeno socioeconómico de connacionales que viven en las calles y merodean bajo aleros de marquesinas y cuanto encuentran disponible, exhibe verdaderos dramatismos. Mismos que se expanden cada vez en proporciones impredecibles, sin tener solución alguna.
La atmósfera al inicio refrescante y luego fría en extremo, provoca desequilibrios molestos, generadores de complicaciones a granel. Los aires epocales por lo tanto son recibidos en doble vía; para unos complacencias, mientras que para otros motivo de preocupación inmensa, incongruente con sus intereses y necesidades.
Pero la situación resulta irreversible, noviembre hizo acto de presencia con su ropaje natural y ¿qué queda entonces? buscar solución en la medida de sus posibilidades; el mundo sigue su marcha y por ende, la historia se repite año con año.