Ayer el pueblo de Venezuela se volcó masivamente a las urnas para participar en unas cruciales elecciones porque el presidente Hugo Chávez Frías había anunciado que su triunfo significaría el compromiso de avanzar más hacia la consolidación de lo que él llama la Revolución Bolivariana que se basa en un socialismo muy peculiar. El proceso fue sumamente vigilado por observadores nacionales e internacionales y la misma oposición certificó varias veces que tenía plenas garantías de que el resultado electoral sería cristalino, argumento que les era indispensable para convencer a los electores anti-Chávez que valía la pena acudir a las urnas.
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En efecto, el gran dilema de la oposición era que si cuestionaba el proceso mismo, no tenía sentido participar porque la gente por desconfianza dejaría de emitir el sufragio. Para lograr que votaran, era preciso decirles que las autoridades electorales habían preparado un proceso con suficiente transparencia y claridad como para confiar en el resultado. Y tras el cierre de los centros de votación, no se pudo hablar sino de unos cuantos incidentes aislados, como los que ocurren en prácticamente cualquier lugar del mundo, pero tanto los opositores como los observadores internacionales tuvieron que aceptar el resultado.
Lo que venga ahora es muy importante para Venezuela y sin duda tendrá repercusiones en América Latina en el futuro inmediato, sobre todo a la luz de lo que está pasando en Cuba, gran referente del socialismo en el continente. Chávez ha dirigido un gobierno que ha molestado a los grupos empresariales pero que se apega a una constitución en la que se garantiza la propiedad privada y los derechos y garantías propios de cualquier república democrática. Pero tras las elecciones de ayer, en las que obtuvo un triunfo rotundo y aplastante sobre una oposición que contó con recursos y libertades para buscar los votos necesarios, es necesario preguntarnos: ¿Qué entiende él por el concepto de profundizar la revolución bolivariana y el avance de un socialismo criollo?
Se critica a Chávez porque su enorme popularidad está basada en acciones que sus detractores consideran como populismo. Pero se sabe que ha hecho cruciales inversiones en educación, en salud y en desarrollo humano, proporcionando a las familias instrumentos para mejorar sus condiciones de vida mediante la dotación de herramientas para vivir mejor. Si eso es populismo, obviamente muchos países del continente requerirían gobiernos que invirtieran los muchos o pocos recursos en mejorar la calidad de vida de la población.
Los medios de comunicación en Venezuela han denunciado constantemente que se sienten amenazados y presionados por el Gobierno, pero indudablemente que de su lectura y de la oportunidad que hay de ver varios canales venezolanos se puede ver que al régimen de Chávez le critican constantemente y sin cortapisas, por lo que de hecho existe un nivel de libertad que puede verse comprometido y en riesgo, pero que hasta ahora no ha impedido que se ataque fieramente al mandatario y a sus colaboradores.
En ese contexto, y con un triunfo tan apabullante, es de suponer que Chávez emprenderá ahora una nueva etapa en su forma de gobernar, aumentando quizá el mesianismo que caracteriza a su gobierno y tratando de aumentar su influencia nacional e internacional. Y queda claro que con todo y el respaldo de Estados Unidos y el granítico apoyo del empresariado, el populismo de Chávez fue muy superior a las críticas de la oposición.