Sábado de anécdotas y sonrisas


UNO- Cierta abuelita le escribe a uno de sus nietos que reside en otra ciudad: Hace poco tuve una singular experiencia religiosa que te voy a contar. Compré una calcomaní­a que dice «Si amas a Dios, toca la bocina». Vine y la pegué en el bómper trasero de mi carro.

Eduardo Villatoro

Me encaminé a la casa, pero en una esquina habí­a muchos vehí­culos. Puse el freno de mano, porque el semáforo estaba en rojo y me puse a pensar en la bondad del Señor. No me di cuenta que la luz habí­a cambiado a verde, pero descubrí­ que muchos aman a Dios porque en un momento dado comenzaron a sonar decenas de bocinas.

La persona que estaba detrás de mi era sin duda muy creyente porque sonaba la bocina con mucha insistencia y me gritaba: Camine, por el amor de Dios. Los pilotos que la seguí­an también tocaban las bocinas de sus vehí­culos. Yo estaba jubilosa y les sonreí­a.

Observé que un muchacho me saludaba de una manera peculiar, pues levantaba el dedo medio de la mano. Le pregunté a tu primo que iba conmigo lo que significaba ese saludo. Me dijo que era un saludo hawaiano de la buena suerte. Entonces yo saqué mi mano por la ventanilla y saludé a todos de la misma manera. Tu primo se desternillaba de risa, supongo que por la hermosa experiencia religiosa que viví­amos.

Dos hombres que estaban en un carro cercano se bajaron y comenzaron a caminar hacia nosotros, quizá para rezar juntos. En ese instante noté que el semáforo habí­a cambiado nuevamente a luz verde, entonces saludé a todos los automovilistas y peatones con mi dedo medio y puse en marcha el carro.

Pude notar que el único vehí­culo que habí­a podido pasar era el mí­o, pues la luz varió a roja. Detuve el auto, me bajé y me despedí­ de nuevo con el saludo hawaiano, y me fui. Ruego a Dios por todos esos piadosos hombres y mujeres. Besos. Tu abue.

DOS- Mi amigo Romualdo asegura que en distintas universidades del paí­s leyó los letreros que han colocado para cuidar las áreas verdes. A mí­ no me consta, pero mi camarada afirma que es cierto.

Universidad Rafael Landí­var: Por favor no pisar en el pasto. Universidad del Istmo: Ay, porfa, no pisen el césped, es recholero. Universidad Panamericana: Si amas a Jesús, no camines sobre la grama.

Universidad Francisco Marroquí­n: Si usted pisó el césped, por favor pase a pagar en la caja. Universidad del Valle: No se permite pisar la Praminacea Perennis. Recicle. Universidad Galileo: Por favor no interaccione en el césped holográfico.

Universidad Rural: Gracias por no machucar el maí­z. Universidad Mariano Gálvez: Por favor no robarse el césped. Escuela Politécnica: No se coman el pasto; es una orden. Universidad de San Carlos: Por favor no se fume la grama.

TRES- Llega el presidente de un paí­s centroamericano, que no es Guatemala, a cambiar un cheque a una agencia bancaria, sin guardaespaldas ni asistente, para que le gente se diera cuenta de la confianza que tiene en su pueblo.

Con una ancha sonrisa que ilumina su benévolo rostro, el gobernante saluda a la encargada de una de las ventanillas receptoras-pagadoras: -Buenos dí­as, señorita, ¿serí­a tan amable de cambiarme un cheque? La solí­cita empleada responde también con gentileza: -Buenos dí­as, señor; con mucho gusto ¿me permite su identificación, por favor?

-Fí­jese, señorita, que no traje mi cédula. ?No importa?repone la cajera-, con su licencia de conducir es suficiente. ?Viera usted que, como hace tiempo no manejo, tampoco la cargo; pero yo soy el Presidente de la República, salgo en la televisión, en los periódicos?

La receptora asienta: -Así­ es, señor, pero me tiene que mostrar una identificación. Son las reglas del banco. ?Mire, pregúntele a cualquiera de los que están aquí­ y se dará cuenta que no le miento. Además me urge cambiar ese cheque porque no traigo efectivo y le quiero regalar unos centavos a unos viejitos que están en la calle y que molestan mucho.

La señorita le indica al distinguido y olvidadizo usuario: -Mire, señor, le voy a contar un incidente similar al suyo. El otro dí­a vino el futbolista guatemalteco Juan Carlos Plata y tení­a el mismo problema de usted. No traí­a identificación, pero para probar que era el delantero del Municipal y de la selección de Guatemala, sacaron una pelota, y entonces se puso a chamusquear solito él, hizo chilenas, tunelitos, sombreritos y así­ comprobó que en verdad era el Pin Plata. Haga usted algo semejante, de acuerdo a su alto cargo.

El mandatario se quedó meditando por varios segundos y después admite: -Hummm, en realidad, señorita, usted me agarra con la mente en blanco, ahorita sólo se me ocurren puros disparates.

La chica, satisfecha y aliviada, pregunta: -¿Billetes grandes o de baja denominación, señor Presidente?