Como lo ha pronosticado el analista político de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES), Marco Antonio Barahona, las elecciones de finales del 2007 se vislumbran «riesgosas»; es decir, con rachas de violencia. Talvez no los comicios propiamente dichos, pero sí la contienda que tiende a cobrar fuerza.
A mediados de este mes, muy de madrugada, fue perpetrado un acto atentatorio contra el periodista José Carlos Marroquín Pérez y su familia en su casa de habitación de la zona 13 capitalina.
Marroquín es director de estrategia de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), partido de oposición que lucha por llevar a la presidencia de la República al ingeniero ílvaro Colom.
Aun cuando todavía no ha arreciado la campaña político-electoral que se ha iniciado prematuramente, sin que la autoridad respectiva haya dado el estartazo oficial, ya se han producido otros hechos de violencia: El diputado Mario Pivaral, í‰rick Leonel Chacón, director de la UNE en Izabal y su padre í“scar Vicente Chacón, fueron asesinados hace poco y otros activistas del partido de la paloma que apuntala al presidenciable Colom han recibido serias amenazas de «desconocidos».
De manera que los barruntos de violencia a lo largo de la pelea político-electoral no son como para que la gente de los diferentes grupos que se disputan las jugosas posiciones burocráticas se sientan en un clima de seguridad, ya que Guatemala, no cabe duda, casi-casi, se está como iraquizando o israelo-palestinizando… ¡Ojalá que no pasemos a más!
Habrá que hacer llamamientos a la cordura y al civismo a los individuos que transitan en los peligrosos terrenos de la violencia. No es con el hígado: no es con amenazas de pulmón, mucho menos con actos vandálicos, de terror, por demás reprobables, como deben dirimirse las cosas de la politiquería electoral o electorera. Las ambiciones de poder no deben extremarse ni valer para causar al país más problemas virtualmente irresolubles como los que lo vienen deteniendo en la senda de progreso y que son atribuibles, sobre todo, a quienes recurren a la «razón de la sinrazón» con tal de hacer posibles sus pretensiones político-burocráticas de tipo personal o sectario.
Son atroces y condenables los atentados de referencia, entre ellos el más reciente, que fue cometido contra José Carlos Marroquín Pérez y su familia. Desgraciadamente, los crímenes políticos difícilmente son esclarecidos por las autoridades que hacen turno en el gobierno. Ni la CIA, ni el FBI, ni el Scotland Yard, ni otras organizaciones de policía secreta de poderosos países son capaces, en muchos casos, de desentrañar los horrendos crímenes alevosos de que han sido víctimas los personajes de gran relevancia. ¡Aliviados estamos todos!
Declaraciones y promesas «clisé», estereotipadas, como las que suelen hacer siempre que se suscitan atrocidades de tremenda conmoción social quienes ejercen funciones en las alturas del poder público, como la del ministro de Gobernación, como las de los jefes de policía y aun como la de la presidencia de la República, se quedan en eso: en simples declaraciones y promesas «clisé». ¡Ay tú!, ¡huy, qué miedo!, dirán entre risa y risa los autores de espantosas barrabasadas.