A mi juicio el alevoso atentado contra la seguridad física de José Carlos Marroquín Pérez permanecerá latente en el panorama nacional. De nuevo las fauces del oprobio muestran que el monstruo del mal sigue al acecho de víctimas, de valiosos elementos.
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Un muchacho valiente, decidido y pleno de aspiraciones políticas sanas, en búsqueda de nuevos derroteros para el país y expresiones conductuales del arte de gobernar, no se rinde. Sus genes son el basamento ejemplar que exige a la vez acciones enérgicas.
Desde el cargo de Director de Estrategias y vocero de la Unidad Nacional de la Esperanza ?UNE? ha hecho sentir su impronta característica de honestidad y conciencia en esa travesía. ¿Los jóvenes no tienen todo el derecho de definir posiciones que son una cátedra cívica?
Lo ha demostrado desde el inicio en aquel puesto con entusiasmo, el mejor de los esfuerzos y una voluntad a toda prueba. Empero, dicha actitud irrita a quienes de la política partidista hacen su modus vivendi, una sumatoria de entretelones corruptos y non gratos.
Añado también que José Carlos significa un ejemplo digno de emular para los jóvenes, potenciales personajes del mundo de la política con otra connotación que responda bien a sus ideales. Es tiempo de ceder posiciones dirigenciales a la muchachada imbuida de amor al país.
Esperamos que alguna vez las investigaciones consiguientes arriben al deseable y rápido señalamiento de los autores intelectuales y materiales. La impunidad que ya sentó sus reales tiempo ha, responsable de tantos delitos no merece hacer acto de presencia per sécula seculorum.
Estas palabras dirigidas a José Carlos Marroquín Pérez y a lo suyos, talvez tardías, son portadoras de mi solidaridad para ellos, con los deseos sinceros que el Señor ilumine su pensamiento, como siempre. Que no pierda la serenidad, en medio del arrojo, cordialmente.