Avances en la crisis hospitalaria


Ayer se logró un acuerdo en principio entre los médicos de los hospitales nacionales y las autoridades del Gobierno para buscar soluciones a la escasez de insumos en los centros asistenciales del Estado. Evidentemente hay que mencionar la eficiente labor de los facilitadores que mediaron en el conflicto, puesto que sus buenos oficios hicieron posible la búsqueda de entendimientos en el punto medio sin que ello signifique, por supuesto, que los galenos aceptan trabajar en condiciones que comprometen la vida de sus pacientes.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Se aceptó que el Estado no puede cubrir mágicamente las necesidades de todos los hospitales porque no dispone de suficientes recursos, pero se logró el objetivo de asegurar suministros mí­nimos y vitales. Los médicos residentes volverán a atender a sus pacientes y continuarán así­ con el adiestramiento para lograr su especialización, pero lo más importante es que la gente de menores recursos económicos podrá ir a los hospitales a curarse de sus males sin el riesgo inminente de perder la vida por carencia de equipo o, peor aún, por ausencia de condiciones de higiene elementales que eviten contagio con otros males.

Yo personalmente siempre sostuve que los médicos residentes estaban librando una lucha verdaderamente importante para el paí­s y lo ratifico ahora tras el acuerdo. Creo que se trata de un grupo muy especial de profesionales que dedican todo su conocimiento y todo su empeño a la curación de los enfermos y que se frustran cuando ven que toda la ciencia adquirida y toda su voluntad no sirven de nada porque no disponen de lo elemental y básico para atender al enfermo. Algunos han calificado de inhumanos a los médicos que paralizaron el servicio, pero hay que entender que más inhumano es engañar al pueblo haciéndole creer que está recibiendo atención para curarse cuando no existen los elementos para lograrlo exitosamente.

Inhumano es engañar al enfermo y dorarle la pí­ldora mientras pasa el tiempo y se obtiene la certificación que permita al médico residente acreditarse como especialista que luego sale a la práctica privada sin acordarse de lo que pasó con aquellos pacientes que terminaron siendo una especie de conejillos de indias. En cambio, ponerse de pie, protestar y exigir, a riesgo de enfrentar represalias del Estado en su carácter de empleador, es algo que requiere atributos y valor. Y eso es lo que tenemos que reconocer todos en el gremio médico que supo mantenerse unido durante esta crisis para hacer ver la importancia de que los hospitales recibieran suministro básico.

Ahora viene una etapa de verificación de los logros tras los compromisos adquiridos. Ojalá no se trate nuevamente de un engaño porque a lo largo de todo este proceso se han suscrito compromisos y acuerdos que luego no se cumplen. Los pretextos abundan y se culpa a una u otra institución de la lentitud o simplemente de la incapacidad para dotar de recursos a los hospitales. Pero el hecho cierto, inobjetable y rotundo es que los médicos han jugado un papel digno y consecuente con su juramento hipocrático y que, aunque parezca que el cierre de servicios hospitalarios pudiera afectar al enfermo, más le afecta creer que puede curarse en hospitales que carecen hasta de lo indispensable.

La salud pública es esencial y las carencias son una muestra de dos cosas que tenemos que entender los guatemaltecos: por un lado, que se hace mal uso de los recursos y del dinero público porque mientras hay derroche en cosas no esenciales, se regatea para lo que puede salvar vidas. Y la otra es que los ciudadanos tenemos que contribuir más para fortalecer las finanzas públicas y así­ evitar que colapsen servicios. Y mientras más impuestos paguemos, más exigentes debemos ser con la forma en que se administran y gastan esos recursos.