Un presupuesto cargado de politiquerí­a


Si bien es cierto que el presupuesto de ingresos, gastos e inversiones de la nación es una madeja difí­cil de desenredar, por su tamaño, complejidad y cantidad de dinero que representa, no se necesitan más que dos dedos de frente (y no cuatro como anda diciendo un precandidato presidencial) para entenderlo y encontrarle todo aquello que pueda ser útil para ir en busca del bien común, que al fin y al cabo es el objetivo fundamental de un Estado y desechar todo lo que no contribuya a alcanzarlo. ¿Se oye fácil verdad? Pero sé muy bien que se torna difí­cil cuando entran en juego todo tipo de obstáculos e intereses que distraen la analista para lograr su objetivo final.

Francisco Cáceres Barrios

La politiquerí­a (hacer polí­tica de intrigas y bajezas) sigue siendo en Guatemala el peor de esos obstáculos para lograr nuestro progreso, lo que nos ha tocado ver los últimos dí­as en todo su esplendor, cuando los partidos polí­ticos sólo piensan en recortar partidas presupuestarias con el único propósito de evitar que el oficial las pueda utilizar en provecho de su campaña electoral o que, en el afán de lucirse con el mismo objetivo, se piense en dar prestaciones del tipo populista para sectores de la población, las que serí­an más efectivas a través de eficaces programas de salud y bienestar social.

Ejemplos abundan para explicar el equivocado sistema que se ha venido empleando para analizar el presupuesto y para muestra, valga uno que atañe a la seguridad ciudadana. ¿Cómo es posible que en una flamante democracia el primer mandatario por sus pistolas disponga (Acuerdo Gubernativo 516-2006) proporcionar protección a la esposa y a determinados parientes de quienes hayan desempeñado la Presidencia y la Vicepresidencia los cuatro años siguientes a la fecha de haber cesado en el cargo? No, no es que discuta la necesidad o no de hacerlo, sino el principio equivocado de administrar la cosa pública, porque haber hecho eso correspondí­a al Congreso, el que en legí­tima representación del pueblo pueda disponerlo o no, cuando de sobra sabemos todos que no hay suficientes policí­as, vehí­culos, equipos, materiales y demás recursos para que TODOS no sigamos siendo ví­ctimas de la ola de violencia y delincuencia jamás vista.

Gobernar un paí­s eficientemente no significa contar con dinero a manos llenas. Ahí­ está el caso de la crisis hospitalaria que no termina. De nada sirve asignarle cuantiosas partidas presupuestarias a ese rubro si no se le administra con eficacia, con sentido común y sobre todo, con el mejor espí­ritu de servir bien a la población. A propósito, la politiquerí­a ha sido tan perjudicial para el paí­s, que ni con la participación de grandes exponentes de la medicina ha sido posible abrir los servicios hospitalarios de par en par. ¿Cuándo vamos a aprender?