Me agradaría fuera nuevamente mi comandante y yo el sargento 1º brigada de la compañía de caballeros cadetes de la gloriosa y centenaria Escuela Politécnica. Recuerdo cuando reunió a su oficialidad para informarles que propondría ante el subdirector Mayor Carlos Castillo Armas y director Teniente Coronel Roberto Barrios Peña mi ascenso a brigada de la compañía. De acuerdo con el reglamento si alguien se oponía, la propuesta quedaría sin efecto, por el requerimiento de la opinión unánime de la oficialidad para ascender a un sargento 1º de cadetes. Esa oficialidad brillante la integraban: el capitán Carlos Arana y los tenientes í“scar Mendoza, Rodolfo Rubio, Basilio Monzón, Ismael Salazar, Guillermo Méndez Montenegro, Marco Antonio Franco. Viven los tenientes Rubio, hoy ingeniero y Salazar, médico y cirujano.
Durante mis cuatro años de cadete tuve cinco capitanes de compañía, tres buenos, uno muy bueno el teniente Jacobo Arbenz Guzmán y un brillante Carlos Paz Tejada. Fue de una real dedicación a su unidad, la compañía de cadetes de la que fue sargento 2º. Los fines de semana libres del servicio los dedicaba a sus estudios de ingeniería. Llegaban a estudiar con él sus compañeros Raúl Valdez, Erneto Rosales, Coco Castañeda, Adolfo «Dino» ílvarez, todos brillantes ingenieros. Aún vive Neto Rosales.
Cuando asumió la jefatura de las fuerzas armadas me dijo: me gustaría que con su compañero de promoción Marco Antonio Schuman fueran ayudantes de mi estado mayor. A Schuman ya lo nombré, pero como usted está en el estado mayor del presidente Arévalo, allí se queda. Es desafortunado perder contacto con la gente que uno quiere. Los 17 años que me tuvieron fuera, en la diplomacia, dizque por celos políticos de los generales de mi tiempo, más su exilio, no permitieron que me acercara a aprender más de este hombre que honra a Guatemala y al ejército. La patria no pudo aprovecharlo por los celos políticos que son un cáncer para el desarrollo del país. México sí. En más de una ocasión escuché allá y aquí que era un ingeniero de campo con una eficiencia de tal estatura que se debió haberle sacado fotocopias.
El presidente Arbenz, lo sé, quiso tenerlo cerca. Quiso nombrarlo Ministro de la Defensa Nacional, pero, sus coroneles se opusieron. Y lo digo porque yo era diputado, 28 años de edad y con Alejandro Silva Falla los más jóvenes del último Congreso de la Revolución. A Arbenz no lo traicionó el Ejército, lo traicionaron sus coroneles. Prueba: la oficialidad joven peleó en Gualán, en Zacapa, en Río Hondo, pero recibieron «órdenes superiores» (?) de replegarse a sus cuarteles. ¡Qué pena! Esos coroneles buscaron a Fortuny, el más cercano hombre a Arbenz y de una influencia y poder rasputinesco para relegar a Paz Tejada. Lo nombró por poco tiempo Ministro de Comunicaciones. Los comunistas no lo querían. Sabían que era hombre de convicciones. De un pensamiento liberal, un social demócrata pero no un extremista. De haberse mantenido en el mando del Ejército Arbenz talvez no habría caído. Los Presidentes no aprenden la lección. No aprenden a gobernar en sus primeros seis meses en el cargo. Arévalo vino neófito de Argentina pero aprendió su trabajo pronto y pronto ya era presidente, pero claro, Arévalo era inteligente y su talento: alérgico a la famosa «rosca presidencial».
De Guatemala a México, mi profundo sentimiento de solidaridad con el dolor de Tere y su familia y una oración a la guadalupana por el descanso de mi capitán Carlos A. Paz Tejada.