Muchos critican punzantemente la administración de justicia que se imparte en nuestro solar, pero dejan en el vacío alguno de los factores que entorpecen la pronta y eficaz administración de la santa justicia…
El pueblo honrado está descontento no sólo por lo que ocurre en los tribunales de justicia, sino por las rachas de criminalidad y delincuencia que se suceden a diario.
La impunidad se complica y campea en los diversos estratos del Organismo Judicial, lo que agrava la situación de inseguridad que afecta en lo personal y en lo patrimonial a la gente de bien que es presa de la zozobra porque en cualquier momento puede ser víctima de forajidos que, como consecuencia de la impunidad, precisamente, se sienten estimulados para cometer sus fechorías.
Los criminales y demás delincuentes hacen de las suyas y de las de Lucifer a sabiendas de que podrán ser capturados por la policía, pero, por motivo que las autoridades judiciales no tienen base sólida de carácter legal, más tardan en ser pescados esos bichos perniciosos que en salir libres y con más hígados amargos para seguir atentado en perjuicio de una sociedad que se siente amenazada porque quienes tienen la sartén por el mango han dado muestras de incapacidad para garantizar orden y seguridad a la población que, al menos por ahora, está como condenada a vivir sin paz y sin los frutos de la bendita «democracia» que en este patio centroamericano nos presenta muy feo rostro…
Los testigos presenciales de las niñerías sangrientas y de latrocinio cometidas por peligrosos individuos que se han desbocado como las bestias salvajes, no fácilmente hacen las denuncias pertinentes ante las autoridades por temor a las represalias de los pícaros, o bien por no verse en problemas en las judicaturas.
La falta de elementos probatorios contra los criminales se evitaría dando fe pública a la Policía Nacional Civil, tal como ocurre con los notarios. Empero, lo fedatario podría prestarse a injusticias cuando los miembros de esa institución policial elaboraren sus «partes» o informes de manera arbitraria y al margen de la «verdad verdadera», por lo que habría que comenzar por instruir al personal de los diferentes rangos y a los agentes, en especial, para que procediesen en todos los casos con apego a lo que realmente se tratare, fuera, también, de toda deshonestidad.
Mientras tanto, Guatemala sigue siendo campo fértil para los desalmados que transitan en los fangos sangrientos del crimen organizado y del de orden común.