En su columna Palabras de Papel, el periodista y abogado don Eduardo Villatoro (6-11-06), dice conocer de memoria mi melancólico rostro. Nos vimos en la redacción de El Imparcial; también en la sede de la APG. Motivos suficientes para grabarlo en su memoria, aunque aceptemos que la agresión del tiempo nos hace cambiar.
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Cuando se desempeñó como encargado de comunicación del BANGUAT, años ha, tuvo la gentileza de enviar a mi residencia con un ayudante, un obsequio consistente en una cartera de legítimo cuero. Objeto apreciado que utilizo a menudo, por aquí y por allá.
Acompañó una conceptuosa nota al comentario sobre el mal estado de los billetes, publicado en aquel vespertino de la 7a. calle, de mi autoría. Atribuí ser ocasionado por el público indolente. Y él admitió que altos funcionarios olvidan esas notas, lamentablemente.
Ello lo pudo sentir en carne propia durante su quehacer activo y eficiente, a su paso por diversos medios escritos, entre ellos El Gráfico y el rotativo El Imparcial, del conocido y recordado Muñequito, donde rompió lanzas en ristre.
Del calificativo de rostro melancólico, argumento que «todo depende del cristal con que se mire». Respeto, sin embargo, su señalamiento. Pero siempre me he considerado una persona seria; eso sostienen las gentes con quienes he tenido y tengo relación.
Por ejemplo su recordado hermano José Luis ( ) gran amigo mío, mi padrino de ingreso a las filas apegistas. Docente de altos vuelos en educación de adultos, sensible poeta y escritor, guionista de Chapinlandia y autor de varios libros de su vena literaria.
A propósito de mi melancólico rostro que conoce de memoria don Eduardo Villatorio, permítame evocar este fragmento: «Nadie en lo alegre de la risa fíe/ pues los seres que el dolor devora/ el rostro ríe/ mientras que el alma llora». Según mis entenderas creo somos amigos.