Es valedero que los familiares de las víctimas del conflicto armado interno, en su razonable afán por buscar un leve atisbo de justicia, se equivoquen. Hasta es valedero que las organizaciones no gubernamentales que velan por los derechos humanos «ideologicen» la precaria memoria histórica de nuestro pueblo y se equivoquen. Se equivoquen todos, al personificar unívocamente en un solo individuo todas las atrocidades que se vivieron en los oscuros años del conflicto armado interno.
José Efraín Ríos Montt despierta pasiones y sentimientos encontrados. Por un lado a quienes se han constituido en sus fieles seguidores y por lo tanto sus enunciados son objeto de una mítica veneración y por el otro en quienes le han estigmatizado al punto de satanizarlo y «hacerlo responsable de todos nuestros males». Sin embargo, tales cargas emocionales no hacen valedero el que tendenciosamente la prensa matutina de nuestro país haya escandalizado la ausencia de una orden de captura contra él, como les ocurrió a otros militares, proveniente de una petición española.
El fundamento del requerimiento español parte del oprobioso suceso acaecido el 31 de enero de 1980, precisamente en la embajada española acreditada en nuestro país. No es por genocidio. Fue por la aplicación de acciones propias del terrorismo de Estado que las autoridades de aquel entonces emprendieron en contra de campesinos y estudiantes que «tomaron» la Misión y que derivó en un dantesco escenario en el que las llamas y la carbonización de las víctimas que además de los reclamantes contó de entre ellos un ex Canciller, personal administrativo y otros diplomáticos españoles y guatemaltecos.
Para hoy se anuncia una caminata en demanda de justicia. Además de justicia el reclamo es la captura Efraín Ríos Montt. Un reclamo que en el actual contexto, con todo respeto, NO cabe, pero que fue incentivado por esa prensa y los sectores que por tenerle miedo, hay que decirlo con franqueza, en realidad lo hacen cada vez más grande. Ríos Montt es un mito que ha sido estimulado por las personas que le siguen, pero engrandecido por las personas que le temen.
Tan sólo para mencionar un ejemplo reciente, la mejor prueba de ello es el recuento de los titulares de los «serios» matutinos de esta semana en torno al caso comentado. Así las cosas nuestro mítico e «infernal» personaje se le pretende emular al salvaje chileno Pinochet, pero el lapso del ejercicio de gobierno entre ambos y sus diferencias es casi abismal. Si lo que se pretende es hacer justicia alrededor de los responsables de las aldeas arrasadas y las masacres que orillaron a la creación de un contingente de más de un millón de guatemaltecos que se identificaron así mismos como Poblaciones en Resistencia, quizás tendríamos que ver hacia otro general que con su «mano dura» promete seguir haciendo lo que en la persona de Ríos Montt supuestamente se repudia.