Es espantoso lo que acontece con mucha frecuencia en el tránsito vehicular en las carreteras del país.
Los autobuses extraurbanos son los que más trágicos sucesos están provocando por motivo de su mal estado de funcionamiento y por las imprudencias y los abusos de los choferes, quienes se dan a la fuga cuando bien les va, para evadir responsabilidades.
Cierto es que agentes de la Policía Nacional Civil ejercen vigilancia y control en el tránsito por carretera, pero los conductores de los vehículos de transporte de pasajeros -los famosos buses extraurbanos- de mil maneras se burlan de la autoridad policial. Ellos meten pasajeros en exceso. Muchas personas ya no ocupan los asientos, sino van sentadas o paradas en otros espacios, y eso debe evitarlo la policía porque al ir sobrecargados los armatostes pueden ya no responder los frenos ni el timón.
En las vías pueden verse tales transportes de pasajeros y carga como a reventar. Algunos llevan las llantas delanteras o traseras en movimiento que da la impresión de que en cualquier momento pueden salir disparadas al romperse los muñones y volcar o irse a los abismos arrojando saldos de muertos, heridos y destrucción, como pasó recientemente en Huehuetenango y San Marcos.
Cuando la vigilancia y el control del tránsito se hacían en las garitas de la policía y por medio de motoristas que circulaban en determinados trechos de las carreteras o bien se apostaban en puntos estratégicos, los choferes no sólo de autobuses extraurbanos sino también de camiones, tráileres y otros vehículos sobornaban con billetes de 5, 10 ó 20 quetzales a agentes mordelones irrespetuosos de la autoridad de que estaban investidos y, por supuesto, en desprestigio de la institución a la que pertenecían. Esos actos de corrupción se hacían con descaro, a la vista de los usuarios de los transportes del cuento. No sabemos si en la actualidad ocurre lo mismo, aunque los jefes policiales no se andan con titubeos para poner de patitas en la calle a los amañados en las dentelladas…
Se necesita «mano dura», en realidad, como dice en su propaganda el presidenciable general Otto Pérez Molina (del pepe o PP) para que vaya terminando la «carnicería» en las carreteras de esta pobre Guatemala nuestra que día a día agranda sus cementerios por tantos accidentes de tránsito y por acción de los criminales que se han desenfrenado como las bestias de cuatro patas.