Independientemente de ser o no ser parte del más de un millón de cuentahabientes del mal logrado Banco del Café, Bancafé, es oportuno señalar que este cisma financiero-político apunta a no ser rebasado por otros hechos que habrán de conmocionar la vida política del país. Por una parte la vía libre para la extradición del ex presidente Alfonso Portillo, por otra, la «brasa» en un juzgado sobre la captura de los también ex gobernantes y jefes al más alto nivel de 1982 a 1985 y, finalmente el hecho del cese de la obstinada campaña de la diplomacia guatemalteca por hacerse de una silla temporal en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Los hechos anteriormente citados señalan los múltiples desaciertos de esta Guatemala de la «Eterna Impunidad». Aquí, donde ser criminal de cuello blanco es sinónimo de «respetabilidad», cosa que «engrandece», hecho que se sublima hasta la grotesca «soba levas» de ser considerado como infalible, es sin dudas, parte de lo que más duele. Si Usted o yo teníamos dinero en el Bancafé es cuestión que no importa. Si Usted o yo NO teníamos nuestro dinero en ese banco, lo cierto del caso es que de todas maneras Usted o yo, pagaremos a los que sí tenían su «plata» depositada en dicho banco. Otro acierto del caso es que aunque se hayan girado sendas órdenes de arraigo, esos señores se saldrán con la suya y se fugarán con los honores que dan las sombras perpetuas de nuestro país.
Lo cierto del caso es que el genocidio, el terrorismo de Estado y otras sangrientas prácticas de quienes condujeron el Estado de Guatemala, continuarán cubiertos bajo el manto de la impunidad. Las cosas así pasan.
Estamos a las puertas de un nuevo «esquema» en el manejo de las relaciones Ejecutivo-Legislativo y la confrontación será su principal signo característico. El espectáculo está por ser montado en breve. La «GANA» de bonito nombre no será más que un recordatorio para unos pocos de lo que pudo ser y no será jamás. En tanto la impunidad campea. Nadie, de los que pueden, mueve un dedo. Impávidos los guatemaltecos permanecemos, como que pudiéramos permanecer ajenos a este verdadero paraíso de la impunidad. Así son las cosas que pasan.
¿Qué tendrá que suceder para que podamos cambiar el actual estado de cosas? ¡Nadie puede defendernos si no somos nosotros mismos! ¿Por qué no reaccionamos? Quizás sería bueno que un «sismo sociopolítico» nos ayude a reaccionar. ¿Necesitamos una bofetada para despertar de este letargo de indiferencia e inacción ciudadana? Pero, ¿sucederá? De cada uno depende. ¡Por favor, ya no seamos agachados, sumisos, fríos, apartados! Caso contrario seguiremos reconfortándonos con la famosa frase de «mal de muchos, consuelo de tontos».