«Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla», aseguró el presidente de Cuba, Fidel Castro, el 15 de octubre de 1976 ante miles de personas que se habían congregado en la Plaza de la Revolución en La Habana, para darle el último adiós a los cuerpos de los cubanos y cubanas que lograron ser rescatados del mar.
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Nueve días antes, el avión civil DC-8 de Cubana de Aviación se había estrellado frente a las costas de Barbados, luego que el piloto perdiera el control como consecuencia de dos explosiones en la aeronave: una en la cabina de pasajeros y otra en el área de los baños traseros.
Un día después del hecho, el Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba confirmó el número de las víctimas mortales. En el avión se encontraban 73 personas, de las cuales 57 eran cubanos, 11 guyaneses y 5 coreanos. Todos murieron.
El 11 de octubre, mientras el primer ministro de Barbados, Tom Adams, declaraba ante la Asamblea General de la ONU que el desastre constituia un acto de terrorismo, la organización contrarrevolucionaria Comandos de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU) se atribuyó la responsabilidad de la acción.
Al momento, los ciudadanos venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano eran los principales sospechosos del sabotaje, ya que habían viajado en el DC-8 desde Guyana hasta Barbados, última escala del vuelo antes de partir hacia Cuba.
Luego de varios registros y de una investigación convocada por Adams, se estableció como los principales sospechosos de la autoría intelectual a los cubanos Luis Posada Carriles y Orlando Bosh ívila, radicados en Venezuela.
Luego de 30 años y tras decenas de intentos por enjuiciar a los autores del crimen, Kathleen Cardone, jueza federal de Estados Unidos, dictó un fallo de 38 páginas que permitió la liberación de Luis Posada Carriles, aduciendo que el Gobierno no había ofrecido suficientes evidencias que permitieran vincularlo con el acto terrorista.
Reacciones
«En este caso fue una decisión judicial y no política», asegura el analista internacional Francisco Beltranena. «La disposición la tomó una jueza del Sistema Judicial de Estados Unidos. Es una enorme diferencia con los sistemas totalitarios en donde las decisiones las toma el Ejecutivo. En cualquier caso podría apelarse y discutirse», agregó.
Sin embargo, para miles de cubanos el fallo demuestra la doble cara de EE.UU. ante el terrorismo. Coincidiendo con la celebración del Día del Trabajo, miles de personas desfilaron por el Malecón en La Habana, pasaron frente a la Oficina de Intereses Comerciales de EE.UU. y subieron por la Avenida Paseo hasta la Plaza de la Revolución. La consigna fue única y gritada a viva voz por un pueblo que Fidel Castro había descrito en 1976: «Prisión para el verdugo».
El analista político y catedrático universitario, Jorge Fuentes, coincide con esta postura. «La liberación de Luis Posada Carriles es una demostración del doble rasero con que Estados Unidos trata el terrorismo. Si es alguien que comete actos a favor de los intereses norteamericanos, es un héroe», aseguró Fuentes. «En cambio, todos los que son etiquetados como enemigos son terroristas y sometidos a métodos de un tipo de justicia aberrante como en Guantánamo», dijo.
«Luis Posada Carriles es el Bin Laden de Latinoamérica» señaló el embajador de Cuba en Guatemala Omar Morales Bazo. «Es el hombre que ha estado en más actos terroristas del continente. Ha sido miembro activo y asesor de las organizaciones más sanguinarias de la región», finalizó.
Una historia, muchos crímenes
Nacido en la provincia cubana de Cienfuegos y vinculado a la Central de Inteligencia Americana (CIA) desde 1961, Luis Posada Carriles cuenta en su historial con varios actos de sabotaje y terrorismo contra el gobierno de Fidel Castro.
Desde 1954 se incorporó al servicio de inteligencia militar de Fulgencio Batista, y en 1959, después del triunfo de la guerrilla, se unió a los grupos contrarrevolucionarios. Con el apoyo de la CIA logró asilarse en la embajada de Argentina de donde salió rumbo a Miami.
En 1961 durante los meses de marzo y abril fue el instructor de quienes se entrenaban en Guatemala para participar en la invasión de Bahía de Cochinos, un operativo frustrado.
A partir de entonces, Posada Carriles como agente de la CIA, participó en diferentes actividades de sabotaje y colaboración con gobiernos militares de Venezuela, Guatemala, El Salvador, Chile y Argentina.
Luego de varios intentos de detonar artefactos explosivos en diferentes partes del mundo contra instituciones cubanas, Luis Posada Carriles logró su objetivo contra el avión de Cubana de Aviación, en donde viajaban, entre otras personas, 24 deportistas de la isla.
Posada Carriles fue detenido en Venezuela en 1976 por ser el principal sospechoso del ataque. Luego de varios obstáculos presentados por la defensa para continuar con el proceso judicial, en 1985 logró fugarse de la cárcel donde se encontraba detenido. Según el Gobierno de Cuba, habría logrado sobornar a varios guardias que permitieron el escape.
En 1986 se le vinculó con el escándalo de Irán-Contras, y dos años después, se trasladó a Guatemala donde trabajó como asesor de seguridad de la Empresa de Teléfonos (GUATEL).
En noviembre de 2000, Luis Posada Carriles volvió a ser detenido por intentar detonar explosivos en el Paraninfo Universitario de Panamá, donde el presidente cubano, Fidel Castro, presentaría una ponencia.
En 2004 se dictó sentencia por el caso y fue condenado a una pena de entre seis y ocho años de prisión, pero la presidenta de entonces, Mireya Moscoso, decretó su indulto y logró entrar a Estados Unidos de manera ilegal.
Desde entonces, el gobierno cubano exigió su detención y extradición para ser juzgado por los diversos actos terroristas a los que está vinculado. Nicaragua y Venezuela también solicitaron su extradición por diversos actos de sabotaje.
Luego de una fuerte presión internacional, Estados Unidos decidió iniciar un proceso que terminó de manera definitiva el pasado 8 de mayo, cuando la jueza Kathleen Cardone desechó los cargos en su contra y lo dejó en libertad definitiva.
Doble cara
Al momento de conocerse la noticia, Cuba denunció a Washington por una actitud de doble rasero. «Es una papa caliente para el Gobierno norteamericano porque debe tener una cantidad de información sobre las acciones terroristas de la CIA. Es un terrorista confeso, que se atrevió a declarar que había puesto una bomba en La Habana» afirmó el embajador cubano en Guatemala, Omar Morales Bazo.
Y así fue. El 12 y 13 de julio de 1998, en una entrevista con el diario The New York Times, Posada Carriles se adjudicó la autoría de los ataques con bombas a instalaciones turísticas cubanas y afirmó que era financiado por la organización anticastrista FNCA.
A través del portal de internet www.porlajusticia.com, miles de intelectuales alrededor del mundo han exigido justicia contra Luis Posada Carriles, como los premios Nobel Rigoberta Menchú y Adolfo Pérez Esquivel, así como Mario Benedetti, Noam Chomsky, Manu Chao, Eduardo Galeano, Frei Betto, Gioconda Belli, Emir Sader, Juan Gelman y James Petras, entre otros.
Sin embargo, para el Gobierno cubano, Posada Carriles no representa una derrota para el proceso revolucionario que sigue el país desde 1959. «Este hecho ha fortalecido ideológicamente a nuestro pueblo en su lucha por un mundo mejor», indicó el embajador de Cuba en Guatemala.
Para muchos, la extradición de Posada Carriles no será una realidad mientras esté en manos del Gobierno de Estados Unidos. Sin embargo, el analista Jorge Fuentes considera como un buen escarmiento la demostración de rechazo del pueblo cubano por la decisión de la jueza federal. «Estos casos que se manejan a nivel político se mantienen por encima de la población, pero con la extradición de Luis Posada Carriles son los mismos cubanos los que exigen la justicia» finalizó.
El Gobierno de Cuba, a través de una declaración oficial, calificó como un «insulto al pueblo cubano y a los pueblos que perdieron a 73 de sus hijos con el derribo, frente a las costas de Barbados, de un avión civil de Cubana de Aviación», la liberación de Luis Posada Carriles.