Hemos entrado a la fase caliente de la campaña electoral, con sólo alrededor de 45 días antes del día de la elección. Hoy proliferan los foros, las entrevistas, los mítines, las caminatas, todo con un objetivo, alcanzar la atención social suficiente para recibir la gracia del electorado: su voto.
Para quienes recorremos los cuatro puntos cardinales del país, no escapa de nuestra atención la imagen de los camaleones, de aquellos candidatos políticos, quienes sin afinidad política alguna o lealtad a principios, hoy se presentan por algún partido o comité cívico, cuando hace cuatro u ocho o doce años, lo hacían por otro.
Cómico me resultó hace unas semanas, cuando en un debate de candidatos a diputado, uno de quienes me acompañaba en el estrado, no podía decir quiénes conformaban la plano mayor dirigencial de su “partido†y menos citar los principios doctrinales de la organización. Al final y ante la presión del público, tuvo que confesar que a él le interesaba llegar al Congreso, y que no le importaba por medio de qué partido, al fin, él había pagado por encabezar el listado de candidatos de ese distrito.
Cómo el caso anterior, hay muchísimos ejemplos que escapan de la atención pública, o porque son distritos muy lejanos, o porque al final se esconden tras una inmensa y abusiva campaña publicitaria, inundando calles, caminos y carreteras, de papel, plástico y pintura.
Quienes se rasgaban las vestimentas por posiciones de derecha hace unos días, hoy recitan párrafos de antiguos manifiestos socialistas, y otros quienes se decían revolucionarios y socialistas de hueso colorado, hoy elevan a los altares sus posiciones centro-derechistas.
Los peores son aquellos candidatos, quienes hace sólo unos meses se les veía tocando la puerta de todos los partidos para ver quién los aceptaba, pero cuyo vacío político-cultural, lo llenaban con ofertas de recursos financieros ilimitados para promover al partido. Hoy se les ve haciendo “campaña†en lujosos vehículos último modelo, con caravanas de guardaespaldas y regalando lo que la sociedad del consumo pueda ofrecer. He visto cómo se regalan bicicletas, motos, celulares, equipos de línea blanca y otras tantas cosas más. Y a la pregunta de dónde viene el dinero para eso, la respuesta más frecuente es: del partido. Pero si uno le pregunta a la dirigencia del partido, juran que no saben nada. Eso sí, el día del mitin, allí si están todos juntos en la tarima y en la caravana.
Si se cree que el caso de San José Pinula es único, se equivocan. Me constan por lo menos unos 7 u 8 casos similares.
Anecdótico es el caso de un alcalde en la Costa Sur que se postula a la reelección y se moviliza en su helicóptero personal. O el caso de otro candidato también en la Costa Sur, quien ya compró dos equipos de la primera división del fútbol nacional, y se promueve organizando partidos y campeonatos. Qué decir del candidato que moviliza semanalmente a cientos de personas para visitar gratuitamente el “Irtra de las Huistasâ€.
La Real Academia Española define el honor como “aquella cualidad moral que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes, respecto del prójimo y de nosotros mismosâ€. Sobre la lealtad expresa: “cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bienâ€. Fidelidad es “la observancia de la fe que uno debe a otroâ€. Lo opuesto a la lealtad, es la traición: “delito que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tenerâ€.
Un político de honor es aquel que se sacrifica, antes que traicionar a los suyos. Es aquel que, enfrentado a un peligro, avanza hacia él, porque es su deber. Es aquel que no traiciona ni a su Patria, ni a sus electores, ni a sus compañeros. Es aquel que enfrenta las situaciones con valor, porque no acepta vivir sin honor, a ser tildado de traidor o, lo que es lo mismo, de desleal.
Un hombre puede engañar a muchos, pero no puede engañarse a sí mismo.