La captura de Pedro García Arredondo, jefe del tenebroso Comando Seis de la Policía Nacional y posteriormente jefe de la Judicial en los años terribles de la más dura represión, constituye un hito porque se trata de quien dirigió la ejecución de gran número de guatemaltecos que fueron acusados de tener vínculos con la guerrilla y, sin proceso judicial ni nada parecido, fueron asesinados por escuadrones de la muerte.
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García Arredondo y Valiente Téllez se disputaban los honores ante sus jefes de ser los más desalmados para “limpiar al país de comunistas†y lo hicieron sin empacho, rubor o medida, dando rienda suelta a diabólicos instintos que eran alimentados por quienes les proporcionaban con pasmosa periodicidad las listas de quienes tenían que morir.
Por eso digo que García Arredondo no actuaba por sus pistolas, sino que atrás y alrededor de él y de Valiente, había mucha gente que era la que utilizaba los servicios de los grupos de matones que dirigían esos dos jefes policiales quienes, en su afán por sobresalir ante sus jefes, llegaron a atacarse mutuamente en forma atroz y violenta.
Se sabe de algunos grupos que reunieron dinero entre los “usuarios†del servicio de matones para comprar y regalar a uno de ellos un elegante auto blindado y era célebre cómo en elegantes residencias y lujosas oficinas estos criminales se sentían atendidos a cuerpo de rey mientras esperaban que les pasaran el papelito con los nombres de aquellos personajes molestos a los que debían matar. Por supuesto que lo mismo se iba en la colada un sindicalista que estaba tratando de organizar a los trabajadores de una fábrica que el empleado que no agachaba la cabeza o, simplemente, el que tenía una novia o esposa bonita que despertaba algunas pasiones. Porque así es como funciona esa práctica de “limpieza social†en la que no se andan con detenimientos para verificar acusaciones sino simplemente se dispara contra todo lo que parezca, contra todo lo que se mueva.
Generalmente cuando hablamos de la represión y violación de los derechos humanos en el país la primera asociación de ideas que tenemos es con el Ejército y luego con la Policía Nacional, lo cual resulta lógico porque eran el brazo armado que se utilizaba para salir de los comunistas y de quienes pudieran parecerlo. Eran los instrumentos al servicio de quienes querían eliminar y salir de políticos que pudieran ser una amenaza contra el sistema o de periodistas que informaban de lo que ocurría en la realidad trágica que se vivió en Guatemala, no digamos a los profesores de la Universidad de San Carlos que era considerada el semillero del movimiento subversivo.
Pero tenemos que entender que militares y policías actuaban en pleno acuerdo con civiles que usaron todas sus influencias y todo su poder económico para desmochar todo atisbo de organización social que pudiera considerarse como un riesgo para el sistema.
No pretendo, ni por asomo, minimizar los crímenes de gente como Pedro García Arredondo porque fueron brutales y sistemáticos. Eran aquellos días en los que aparecían cadáveres todos los días en las cunetas de las carreteras del país y fueron los días en los que se asesinaba con todo cinismo a la gente de pensamiento democrático, como fue el caso de Oliverio Castañeda, el estudiante universitario víctima de una auténtica cacería en pleno centro de la ciudad precisamente por los matones del Comando Seis. Pero es importante recordar que lo que funcionaba era todo un sistema y que periódicamente Arredondo y Valiente recibían sobres con listas de los que tenían que morir y, de paso, la propina que se les daba por sus eficientes servicios.