De acuerdo con el Instituto de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (INSIVUMEH), las primeras lluvias del invierno empezarían en mayo; sin embargo, la realidad ha sido completamente diferente.
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La frase, muy chapina y coloquial, de «Te espero como agua de mayo», ha vuelto a recuperar completamente su significado, ya que denotaba el deseo de que ocurriera algo bueno.
Las lluvias de mayo se han convertido en un factor sumamente importante para la economía, en especial para la agricultura, del país. Normalmente, los meses de marzo y abril registran las temperaturas más altas, por lo que los cultivos se resienten, y necesitan con urgencia esta frescura.
El INSIVUMEH había calculado que en mayo, o inclusive en abril, podrían ocurrir las primeras lluvias copiosas; sin embargo, la realidad, hasta el momento, ha sido diferente. En lugar de éstas, se han registrado altas temperaturas, aumento de la humedad e intensas sequías en diferentes partes del país.
Esperando las lluvias
De acuerdo con la teoría manejada por los expertos del INSIVUMEH, entre marzo y mayo las condiciones meteorológicas marcadas por el Fenómeno del Niño empiezan a disiparse, de tal suerte que al final del período inician las lluvias.
Sin embargo, este año, por el cambio del Fenómeno del Niño al Fenómeno de la Niña, el clima mundial está sufriendo una especie de «ajuste», por lo que la normalidad se ha trastocado.
Habitualmente, entre febrero y abril se registran los meses más secos; en el cuarto mes del año, la Bocacosta o Costa Cuca, en la franja del Pacífico, empieza a recibir las primeras lluvias, volviendo apto el terreno para los nuevos cultivos. Luego, el mismo fenómeno ocurre en la Meseta Central y un poco después en el resto del país.
Previo al período de lluvias, las altas temperaturas provocan una pérdida de humedad en los suelos, lo cual hace que las lluvias de mayo sean más que necesarias para no perder la fertilidad.
Sin embargo, hasta hoy es el día en que no ha llovido de una forma sistemática. Sí se han producido pequeños chubascos, pero éstos no son suficientes para reiniciar el ciclo productivo del suelo.
Por otra parte, los niveles acuáticos para el consumo humano sufren una baja durante los meses de marzo y abril, que coincide, además, con el período de más calor, lo cual provoca un consumo adicional del agua.
Para la situación actual, esto significa que las reservas de agua están en niveles muy bajos, y si no existe un nuevo abastecimiento a través de las lluvias, se podría sufrir una sequía.
Perspectivas
De acuerdo con el reporte del INSIVUMEH, el inicio de la estación lluviosa 2007 en la región Pacífico y Meseta Central acusaría alta variabilidad, expresado ello en un retraso de su plena inicialización.
El INSIVUMEH advierte que los tomadores de decisiones estratégicas en cada uno de sus sectores deberán considerar efectos de erraticidad en el establecimiento de estación lluviosa 2007, mayor sensación térmica de calor para el cuerpo humano, mayor demanda de humedad en cultivos bajo regadío.
Temporada de tormentas
Esta sequía que se está viviendo podría interrumpirse abruptamente este 1 de junio, fecha en que los expertos mundiales han pronosticado el inicio de la temporada de huracanes y tormentas para la región, lo podría provocar un efecto contrario al esperado con las lluvias.
La sequía necesita de una intensificación paulatino de las lluvias, de tal manera que el suelo no pierda sus nutrientes. Pero si, en cambio, se reciben lluvias intensas como las habituales en una tormenta tropical, el suelo podría perder su fertilidad, y, además, sufrir fuertes conmociones entre los habitantes de las áreas rurales, como ocurrió con la tormenta tropical Stan.
Según Pedro Medrano, director regional del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para América Latina, la pregunta básica en estos momentos es si estamos listos para enfrentar la temporada de huracanes y tormentas. «La respuesta desafortunada es que no», contestó. «Aunque los pronósticos del año pasado vaticinaban huracanes más intensos en el Caribe, Centroamérica, el golfo de México y la Florida, fuimos afortunados de que tales predicciones no se cumplieran», indicó el director del PMA.
El año pasado hubo un descenso en la intensidad de los huracanes, al contrario del 2005, donde huracanes como el Katrina y el Stan sembraron la destrucción en el Hemisferio Norte del continente.
Sin embargo, «sí ocurrieron ’pequeños’ desastres, incluyendo inundaciones, sequías y terremotos. Sólo en América Latina y el Caribe hubo más de 39 desastres naturales que afectaron a casi 1.4 millones de personas, ninguna de las cuales se consideró afortunada por el hecho de que el 2006 fuera un año ’lento’», recordó Medrano.
A partir del criterio del director regional del PMA, a la luz de la posibilidad de que sobrevengan peores desastres naturales, hace falta ahora robustecer el sistema. Ello requiere de liderazgo político para incrementar la cooperación entre los países y para suministrar los fondos y recursos necesarios.
«Hoy tenemos en nuestras manos una oportunidad de oro para actuar y prevenir grandes e innecesarios sufrimientos. Hagámoslo antes de que la naturaleza desate su furia», concluyó Medrano.