Por referencias de mi hija mayor –Sofía Alejandra–, empecé a conocer de Un Techo para mi País, pues ella me contó lo relativo a las campañas de recaudación de fondos, ella también regresó emocionada de su primer trabajo de campo y luego llorando, me comentaba cómo la familia que había sido beneficiada con la casa terminada, igual terminaba agradeciendo y llorando, ese nuevo espacio de convivencia, que le había proporcionado esta organización.
Con el tiempo, me fui enterando más y ahí supe que Un Techo para mi País, es una iniciativa que se origina en Chile y hoy tiene representaciones en diferentes países y ciudades de Latinoamérica. Igual pude conocer que la dotación de la casa, es una de las etapas de trabajo de esta noble organización, pues en otros países del Cono Sur, han llevado su trabajo hasta la denominada Habilitación Social.
Estando en Costa Rica, por cuestiones de trabajo, tuve la oportunidad de presentar mi investigación al respecto del tema pero aplicada a Guatemala y dentro de las organizaciones invitadas al evento, se encontraba un joven tico de nombre Patricio de Un Techo para mi País.
Al venir a Guatemala, me contactaron de nuevo de Un Techo para mi País, para platicar con Miguel “El Pato†Maldonado, con quien sostuve una agradable e interesante plática y convenimos en que pudiera darles una charla sobre la situación social y económica del país y tuve la oportunidad de intercambiar ideas con unos 20 muchachos y muchachas por casi dos horas y media, cuando habíamos acordado una plática de 20 minutos.
Mi involucramiento con Un Techo para mi País, no termina ahí. El fin de semana antepasado, tuve la oportunidad de visitar uno de los trabajos de campo, invitado nuevamente por mi hija. Este lugar se encuentra ubicado en San Raymundo, uno de los municipios del departamento de Guatemala y cercano a la capital. El lugar específico se denomina Las Parcelas y se llegaba al campamento a pie por un camino angosto que bajaba en una ladera.
Lo que me encontré al llegar fue impresionante. Se trataba de una multitud de hormigas que se movían alrededor de un espacio de trabajo, sólo que en esta oportunidad esas hormigas eran sonrientes y sumamente jóvenes, provenientes de los Colegios Belga Guatemalteco y Secretarial Bilingí¼e, quienes mostraban sus caritas alegres por el trabajo tan noble que realizaban, en una realidad que muchas de ellas no tenían la menor idea. Así, martillaban, limpiaban, aplanaban, cargaban paneles, cortaban madera, en fin todos los materiales propios de las casas que se construirían para un grupo familiar cackchiquel de apellido Uyú y aunque se encontraban enlodadas y cansadas, no dejaban de mostrar su enorme satisfacción.
Dentro de este grupo de agradables caritas me encontré a Wendy Rosas, la hija de mi entrañable amigo Héctor “El Choco†Rosas, felicitaciones Wendy.
Al escribir esta nota, como nuevo “techero†no sólo me convenzo del enorme trabajo que se encuentra realizando esta organización en nuestro país y en espacios en donde las necesidades son impresionantes y el Estado se extravió para siempre. Un reconocimiento a todos los responsables de Un Techo para mi País, un agradecimiento a Sofía Alejandra por acercarme a esta organización, una felicitación a las y los voluntarios y un llamado para los adultos para acercarnos a esta joven organización social.