En 2007, Líbano se hundió en una parálisis y una inestabilidad sin precedentes, con la Presidencia vacante, la continuación de los asesinatos políticos, combates entre el ejército y los islamistas, y un debilitamiento de la economía, que ya cojeaba.
Por primera vez desde el fin de la guerra civil (1975-1990), esta democracia parlamentaria se hallará al final del año sin jefe de Estado, con una cámara de diputados que no legisla desde hace más de un año y un gobierno considerado ilegítimo por parte de la clase política.
En plena parálisis de las instituciones, el Ejército, considerado hasta el momento como la única entidad sólida del país, acaba de ser golpeado con el asesinato de uno de sus generales, una novedad en la serie de asesinatos que desde 2004 apuntaban sobre todo a políticos.
El asesinato del general Franí§ois El Hajj que supuestamente iba a reemplazar al jefe del Ejército, Michel Sleimane, es interpretado como un mensaje a éste, que podría convertirse en el próximo presidente de la República.
«Todo el mundo decía que las cosas iban a cambiar en 2007 con la salida de Emile Lahoud (el ex presidente prosirio, el pasado 23 de noviembre), pero nada ha cambiado», indica Paul Salem, del Centro Carnegie para Medio Oriente.
La crisis política, que estalló en noviembre de 2006 con la dimisión de los ministros de la oposición apoyada por Damasco y Teherán, consagró en 2007 la división del país entre ese campo y la mayoría parlamentaria antisiria.
La confrontación de ambos campos sobre el reparto del poder es interpretada como una prolongación de la prueba de fuerza entre occidente, de un lado, y Siria e Irán de otra.
El año comenzó con enfrentamientos entre pro gubernamentales de confesión sunita y partidarios de la oposición que encabeza el Hezbollah chiita, lo que terminaron con la muerte de al menos siete personas.
Estos incidentes hicieron temer que este pequeño país del Mediterráneo se hunda de nuevo en el caos y los conflictos intercomuniarios.
En mayo, el ejército se lanzó en sangrientos combates contra Fatah Al Islam, un grupúsculo islamista que dice tener vínculos con la red terrorista Al Qaida. El balance fue duro: más de 400 muertos, entre ellos 168 militares, y 31 mil desplazados del campamento de refugiados palestinos de Nahr AlBared, de los cuales sólo 8 mil han vuelto.
En los meses siguientes, la Fuerza Interina de la ONU en el Líbano (FINUL) fue blanco de dos ataques islamistas, los primeros contra los Cascos Azules desde el final de la guerra entre Israel y el Hezbolla chiita.
Tres soldados españoles y tres colombianos del contingente de España en el Líbano murieron el 24 de junio pasado al estallar una furgoneta bomba al paso de su vehículo blindado en una carretera entre Marjayún y Jiam, en el sureste del Líbano.
Pero es sobre todo la continuación del asesinato de personalidades de alto rango lo que no hacer presagiar un respiro para 2008.
Además del general El Hajj, el pasado 12 de diciembre, 2007 fue marcado por la muerte de dos diputados antisirios, Walid Eido y Antoine Ghanem, lo que llevó a unos 40 parlamentarios de la mayoría a atrincherarse en un hotel durante semanas por temor a correr la misma suerte.
Como ocurrió con el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri, en febrero de 2005, y en las otras ocho muertes que siguieron, se desconoce la identidad del o de los instigadores, aunque Siria, la ex potencia de tutela, siga siendo mostrada con el dedo de la mayoría.
Un paso adelante se dio sin embargo en junio, un tribunal internacional encargado de juzgar a los inculpados en el asesinato de Rafic Hariri, fue conformado como lo dispone una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.
Pese a la tensión persistente en la frontera con Israel, el Estado hebreo entregó al Hezbolla un prisionero y los restos de dos combatientes del movimiento chiita a cambio de los restos de un israelí e informaciones sobre el piloto israelí desaparecido en Líbano, en 1986, Ron Arad.
La crisis del Líbano es también económica: la agencia de calificación financiera Standard
Paul Salem
Centro Carnegie para Medio Oriente