Es innegable que el fenómeno del transfuguismo político afecta la gobernabilidad, como también, el funcionamiento del régimen democrático de nuestro país; y el establecimiento de su práctica reiterada constituye una experiencia gravemente perjudicial que es necesario erradicar por la inestabilidad política que ésta genera.
El proceder del diputado tránsfuga, de aliarse a otra bancada, que en muchos casos, posee lineamientos políticos e ideológicos contrarios a los que en campaña política fueron ofrecidos al elector, además de quebrantar valores éticos y morales, significa una flagrante traición a la voluntad popular, que es en donde descansa la soberanía y la fuente del poder delegado.
En el ámbito académico se considera que el diputado tránsfuga es traidor a los objetivos y programas políticos del partido político que lo postuló; hay una flagrante traición en su proceder, porque al realizarse el cambio de bancada política, el diputado actúa con total falta de lealtad a la voluntad popular, es decir, traiciona a los ciudadanos que en base a una propuesta y a una conducta aparente del candidato, le otorgaron su voto, su confianza política y la potestad para dirigir los destinos de la sociedad de nuestro país.
Pero debemos de comprender que el transfuguismo parlamentario es también por un lado, producto de la ausencia de un verdadero sistema de partidos políticos, crisis internas en la mayoría, además de un limitado desarrollo y promoción de la cultura política; así también, poca cohesión ideológica en virtud que el interés que los motiva a muchos a participar es puramente electoral.
El transfuguismo parlamentario por otro lado ocasiona el debilitamiento del sistema de partidos políticos, porque la correlación de fuerzas dentro del Congreso de la República, resultante de las elecciones sufre modificaciones que perjudican a los demás elementos del sistema político y aumenta la posibilidad de que se generalice la corrupción dentro del Poder Legislativo; y lo más importante en este punto es el hecho que el transfuguismo parlamentario socava la credibilidad de la clase política ante los ojos del ciudadano porque corrompe la representatividad surgida de las elecciones.