Precisamente a un mes que esta legislatura finalice y 90 de los 158 diputados abandonen el recinto parlamentario, empieza a aflorar malestar a lo interno de las bancadas que hace suponer que el año entrante muchos de los diputados que fueron reelectos harán sus maletas no para irse a su casa, sino para cambiar de partido, como suele suceder a finales e inicios de una nueva legislatura.
Observamos ese trasiego de voluntades en los noventa con la desbandada que se produjo de la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG) que junto a otros tránsfugas de la UCN del extinto Jorge Carpio formaron la denominada «Trinca Infernal», aún recordada por el grave daño que hizo a nuestro incipiente proceso democrático y que motivó a que Jorge Serrano Elías disolviera el Congreso de la República y las cortes y de paso asestar un golpe a la libertad de prensa.
Lo mismo sucedió con el PAN de Arzú que ahora un grupo de arribistas se disputan sus despojos y el FRG, que a inicios de esta legislatura abandonaron sus filas más de una decena de diputados, coincidentemente provenientes de lo que aún quedaba de la DCG y UCN, que trataron de revivir en la pasada contienda electoral.
Hoy estamos nuevamente a las puertas de un nuevo movimiento de tránsfugas, más visiblemente en el partido oficial, que podría partirse a la mitad por diferencias en la pasada campaña, principalmente en la segunda vuelta que se ve difícil puedan llegarse a superar, porque sus dos cabezas en el Congreso podrían rodar en los próximos días.
En otras latitudes los partidos políticos endurecen su legislación para aislar cada día más a los tránsfugas que lo consideran como severo daño a la gobernabilidad. En Guatemala y América Latina nos quedamos sólo en el intento, quizá porque los mismos diputados en el fondo están conscientes que los partidos políticos a los que pertenecen están muy lejos precisamente de ser eso y más parecieran ser clubes donde la membresía se paga y caro.
De tal suerte, que se ve cuesta arriba que en Guatemala veamos una legislación severa contra ese flagelo, porque con la misma vara con que ahora midan, con esa misma vara y una cuarta más podrían ser medidos el día de mañana.