Antaño cuando un político daba declaraciones a un corresponsal extranjero podía exagerar y mentir con la certeza de que lo que dijera no rebotaría en el país sino que sería para consumo del público del medio con difusión limitada a su ambiente. Pero hace mucho tiempo que tenemos internet y todos los medios del mundo tienen páginas que ofrecen acceso a cualquiera, por lo que es fundamental que los torpes que siguen creyendo en el viejo modelo se adapten a los tiempos y midan sus palabras. En otras palabras, que sean un poco serios cuando se ponen frente a un corresponsal extranjero que, al grabar sus declaraciones, posee pruebas irrefutables de la declaraciones a tontas y a locas.
Tal el caso de lo ocurrido con el Presidente en su entrevista con el periodista español Pablo Ordaz, quien hizo un trabajo serio y profesional y ha colgado en internet los archivos con el audio de las declaraciones que le ofreció ílvaro Colom. Fueron tan torpes esas palabras, que el vocero del Gobierno se apresuró a desmentir la parte medular de las declaraciones publicadas en el prestigioso diario español El País, pero no hay forma de que alguien haya suplantado la peculiar voz del Presidente que se puede identificar con absoluta facilidad al escuchar los archivos digitales de audio.
Creemos que es fundamental que cuando el Presidente de la República ofrece declaraciones medite bien lo que dice, porque no puede ser que se le suelte la lengua en temas tan delicados. Lo que más nos preocupa es ese tono suyo para exponer que Guatemala está derrotada por el avance del narcotráfico y que no tiene capacidad ni para ofrecer seguridad a operadores de justicia o para extender a todo el territorio nacional la labor de lucha y control del crimen organizado. Es una invitación abierta para los grupos extranjeros para que pongan atención en nuestro país como un lugar donde pueden operar con la más absoluta impunidad, no obstante que hay esfuerzos como el que comentamos ayer, del Ministerio Público y algunos elementos de seguridad, para cumplir con su deber y encargarse seriamente de realizar investigaciones y capturas en casos delicados.
Colom nunca entendió que ya no está en la tarima donde se puede decir cualquier cosa, sino que ahora, como Presidente de la República, tiene el deber de medir sus declaraciones para no decir tonterías irreflexivas. Sigue soltando la lengua cada vez que tiene oportunidad y peor cuando el hígado domina al cerebro, cosa que evidentemente ocurre con mucha más frecuencia en los últimos tiempos en los que el agobio de la presión parece pasarle factura.