Quiebra fraudulenta, estafa calificada, son solamente dos delitos de los muchos que banqueros delincuentes cometieron en contra de miles de guatemaltecos. Muy diferente es la suspensión de pagos y juicio de quiebra llevado ante un juez. Aquí los banqueros están prófugos de la justicia, llevando una vida de reyes.
Cuando deposité un dinero en el banco pensé que era un lugar seguro. Durante años nunca retiré los intereses devengados, intereses autorizados por la Superintendencia de Bancos, con ello procuraba formar un pequeño capital obtenido de manera honrada, para hacer frente a la vejez sin ser una carga para otras personas.
Existen grupos poderosos que desean que al único banquero detenido se le ponga en libertad y sin seguir un juicio.
Yo no confío más en los bancos y estoy seguro que en poco tiempo sucederá otra nueva estafa porque ya se vio que es fácil burlar las leyes y obtener el apoyo oficial.
He seguido todos los procedimientos legales y en ocasiones me siento agotado sin obtener respuesta favorable de las autoridades que debieran velar por la seguridad del ahorro.
Esta es una de las peores infamias del gobierno que está por finalizar.
Me he propuesto mantener el recuerdo de esta estafa hasta donde mis fuerzas lo permitan. Espero que las autoridades del nuevo gobierno solucionen el problema social surgido, pues los banqueros inescrupulosos han dejado a millares de familias y personas de la tercera edad sin sus recursos y muchos con deudas, lo que ha llevado a algunos al suicidio.
Esta carta y otras similares las estaré enviando a las cámaras de Comercio y de Industria de otros países con las fotos de los estafadores, y espero en Dios permita un resultado positivo.