En las elecciones de septiembre de 2011, el elector en Guatemala tendrá en las boletas electorales una mayoría de candidaturas entusiastas del neoliberalismo, una con una muy moderada voluntad posneoliberal y otra más que es crítica del neoliberalismo. Esta última, representada por la alianza del Frente Amplio de la URNG-ANN-MNR y el Movimiento Político Winaq, muy probablemente tendrá una exigua votación.
La candidatura de distancia moderada con el neoliberalismo, representada por Sandra Torres, ni siquiera es seguro en estos momentos que pueda participar en el proceso electoral. El dogma neoliberal seguirá pues sin cuestionamientos serios en el plano electoral. A diferencia de lo que sucede en los países circundantes a Guatemala, en donde la crisis objetiva del neoliberalismo es acompañada por una crisis de hegemonía en el mismo, en Guatemala la preocupación fundamental es el de la violencia delincuencial y la inseguridad ciudadana. No se articulan las mismas al fracaso económico social que el neoliberalismo está observando en buena parte del mundo. Paradójicamente el fracaso neoliberal es tan evidente que la derecha neoliberal prefiere de manera vergonzante asumir el apelativo de “libertariaâ€. Acaso el nombre suene más bonito pero representa lo mismo: una política económica y concepción del mundo fracasada y responsable de un enorme sufrimiento humano.
Los saldos neoliberales en Centroamérica son impresentables. En el plano productivo el neoliberalismo sustituyó el modelo desarrollista de agroexportación combinado con una industrialización sustentada en el mercado común centroamericano por un modelo sustentado en remesas, exportaciones no tradicionales, turismo, maquilas y narcotráfico.
El crecimiento promedio del PIB en Centroamérica y Panamá entre 2002 y 2011 es un mediocre 3.5%. Cifra que se beneficia del crecimiento del PIB en Panamá que estuvo entre 10 y 12% antes de la crisis mundial. Pero el crecimiento de Panamá no se sustenta en una economía real sino en la presencia en el país de un centro financiero que atrae capitales que no tienen ninguna incidencia productiva en el país. Las cifras del PIB después del 2008 son negativas y revelan el fiasco productivo del neoliberalismo. Los datos de pobreza y extrema pobreza de la SIECA en 2010 revelan también el fiasco social del neoliberalismo: en Guatemala el 46% de la población es pobre o miserable, en Honduras lo es el 54% mientras que en Nicaragua tal cifra es de 57%. Pero estas cifras están hechas desde la complacencia, pues la SIECA entiende que pobreza es vivir con 60 dólares al mes mientras que extrema pobreza lo es vivir con 30 dólares. Desde esta perspectiva los guatemaltecos que ganan 100 dólares (aproximadamente 750 quetzales) formarían parte de las clases medias… En todo caso no le veo muchas ventanas a un modelo económico que después de dos décadas mantiene en la pobreza y la miseria a entre el 40 y 60% de la población. En Guatemala casi el 25% de los niños están por debajo de la talla acorde de su edad y el 50% están por debajo de su peso. No lo digo yo, lo afirma la CEPAL.
En las próximas elecciones el pueblo de Guatemala acudirá a votar desesperado por el rampante crecimiento de la violencia delincuencial. Buena parte votará por la mano dura y auguro que si gana Pérez Molina dentro de cuatro años el país estará ensangrentado por la aplicación de una política de seguridad sustentada preferentemente en la violencia del Estado y la violencia delincuencial continuará. Porque el problema de la violencia delincuencial y la inseguridad pública no es un problema imputable solamente a un mal gobierno. Es el resultado de una política neoliberal que no ha dado resultados en empleos, elevación de la calidad de vida, eliminación de la pobreza y alternativas para los jóvenes. El problema que llevará a buena parte del electorado a votar por Pérez Molina no es un problema de Guatemala. Hoy el Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras) es la región más violenta del mundo. Datos recogidos por el Sistema de Información Estadística de la Organización Mundial de la Salud (WHOSIS por sus siglas en inglés) nos indican que en el segundo lustro de la primera década del siglo XXI la violencia delincuencial creció a pasos agigantados en dicha región. El Salvador que en 2005 registraba una tasa de 48.8 subió en 2006 a 55.3 homicidios por cada 100 mil habitantes. En dos años Guatemala subió de manera espectacular sus índices de violencia porque entre 2004 y 2006 pasó de 28.5 a 45.2. Honduras se comportó de similar manera porque en 2004 su tasa de homicidios fue de 31.9 por cada 100 mil personas, mientras que en 2005 subió a 35.1, en 2006 a 42.9 y en 2007 49.9 y en 2009 un estudio la ubicaba en 57.9.
Disculpen los lectores este artículo lleno de cifras. Pero hechos son amores y no buenas razones. Y los hechos indican hoy el fracaso rotundo de una política se llame libertaria o neoliberal. Y ningún puño amenazante resolverá los severos efectos de dicho fracaso.