José Antonio Abreu: la música rompe el cí­rculo vicioso de la pobreza


«Es una onda expansiva imparable»: José Antonio Abreu describió así­ el fenómeno de su Sistema de orquestas juveniles que inventó hace 32 años en Venezuela para «vencer el cí­rculo vicioso de la pobreza» y que está cautivando al mundo entero.


«Yo desde el principio me di cuenta de que iba a suceder», dice Abreu sin alharaca, en voz tan baja que es necesario hacer más silencio que en la sala de concierto para escucharlo narrar la aventura de su apostolado musical.

El Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela es una red de 246 centros docentes en todo el paí­s, donde 250.000 niños y jóvenes, en su mayorí­a pobres, aprenden música y tocan en cerca de 600 orquestas.

La orquesta sinfónica juvenil Simón Bolí­var dirigida por Gustavo Dudamel es el estandarte de este ejército sinfónico de Abreu, compositor y docente de 68 años que no oculta su satisfacción al término de una gira norteamericana.

Tras una etapa en Monterrey a fines de octubre, la orquesta cosechó aplausos en Los Angeles, San Francisco, Boston y concluye este lunes en Nueva York. Regresará el viernes a Caracas tras una etapa en Ciudad de México.

«La gira ha producido en Estados Unidos un impacto impresionante. La orquesta fue invitada a regresar. Asistieron alcaldes, legisladores. Además mucha gente joven. ¡Tuvo el perfil de la gira de un grupo de rock!», dice.

¿El secreto? «La orquesta transmite una corriente muy extraña, cósmica. Dudamel es como una sí­ntesis de la orquesta, él es la llama. Cuando están juntos, se produce una chispa».

El entusiasmo mundial por su experiencia radica en que Abreu parece haber descubierto la fórmula para contrarrestar la pérdida de interés mundial por un género que se morí­a a fuego lento ante orquestas y audiencias seniles.

En Los Angeles, cuenta, «la ovación del publico fue interminable. Al terminar el concierto, el alcalde quedó conmovido porque la orquesta era el ejemplo de lo que habí­a que hacer en su ciudad».

«Hay como una onda expansiva imparable. Ellos tienen la infraestructura que a nosotros nos falta, pero les faltaba la chispa», dice. «Se está configurando un nuevo cauce para el rí­o».

El rí­o es la música como aventura intelectual, espiritual y social, el secreto de un «Sistema» que ahora en Alemania, Estados Unidos o México muchos quieren imitar.

«Ellos descubrieron en nuestro paí­s una vertiente nunca sospechada de la educación musical, que desciende a la base social», comenta.

Preguntarle si su red financiada por el Estado es chavista serí­a cometer un anacronismo. Sobre las relaciones a veces complejas entre la música y el poder de turno, Abreu, cuyo Sistema navegó tres décadas por una decena de gobiernos de derecha e izquierda, elude con una pirueta un tema polémico.

«En Venezuela, la Constitución consigna el derecho a la educación y el Estado garantiza el ejercicio de ese derecho», puntualizó.

Prefiere hablar del instrumento musical como arma contra la marginación social. «El niño que no tiene nada, que es anónimo y pobre, cuando se encuentra con el instrumento, encuentra la vida. Se entrega con pasión».

De hecho, la mayorí­a de los 200 músicos que integran la orquesta juvenil salieron de hogares pobres, en algunos casos marginales.

«Â¿Qué vida les esperaba a muchos de ellos? La droga, la delincuencia», dice Abreu. «La pobreza reduce a cero a un ser humano, es una condena a cadena perpetua».

«El sistema -explica- rompe el cí­rculo vicioso porque el niño con un violí­n comienza a ser espiritualmente rico: el disco que escucha, el libro que lee, ve palabras en alemán, la música le abre las puertas del conocimiento intelectual y ahí­ comienza todo».

«Cuando tiene tres años de educación musical, toca Mozart, Haydn, ve una opera: ese niño ya no acepta su pobreza, aspira a salir de ella y termina venciéndola».

Al Sistema se entra a menudo en edad preescolar, pero también se sale, en algunos casos por la puerta grande, como el contrabajista Edicson Ruiz, que a los 19 años conquistó un atril en la Filarmónica de Berlí­n.

Abreu cuenta los proyectos de futuro. En enero, España, de Oviedo a Zaragoza. Después el festival de Salzburgo, conciertos en Austria y Alemania. En diciembre de 2008 Japón. En 2009, China y Malasia. Y una gira por América Latina, donde según Abreu, el modelo del Sistema es más fácilmente aplicable.

Dudamel y la orquesta firmaron contrato con el sello Deutsche Grammophon -otra consagración- y ya grabaron dos discos, con obras de Beethoven y Mahler. El próximo CD, adelantó Abreu, incluirá piezas de Tchaikovsky y Mahler.

El director italiano Claudio Abbado viajará próximamente a Venezuela y se quedará dos meses para seguir trabajando con la orquesta.

Abbado forma parte de los que piensan que Abreu y su Sistema merecen un Premio Nobel de la Paz. Por lo pronto, Abreu dijo que su sueño es escuchar a la orquesta interpretar la octava sinfoní­a de Mahler, «tal vez el año que viene».